Estos días no son nada sin sus noches al sol

Texto leído en la fiesta de homenaje a Vicente Marcos, (Marcos el del Rvbi, impulsor del Rvbicón o Sol Cultural, celebrada este fin de semana en la santanderina calle del Sol. Escrito y leído por Keruin P.Martínez, trabajador del Rvbicón y concejal de IU en el Ayuntamiento de Santander
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A Marcos (Salamanca, 23/2/1965 – Santander, 26/5/2023)

No se me ocurre un mejor homenaje a Marcos que la imagen que tengo ante mí: la calle del Sol a rebosar de gente, esta reunión de tantas personas en torno a la música, la alegría y la fraternidad.

Y, cómo no, a las puertas del Rvbicón. Su Rvbicón, el de Moncho y Marcos. Nuestro Rvbicón.

Son tantas las cosas que podríamos decir de esa persona inmensa que fue nuestro querido Marcos, que uno no sabe bien por dónde empezar o con qué quedarse, entre biografía, anécdotas de todo tipo, gestos característicos y complicidades variadas o su legado invaluable que va más allá de este bar, de esta calle y de esta ciudad.

Creo que, si algo destacaba en nuestro amigo, ese algo era la generosidad. Creo también, que, por eso mismo, se sentiría muy incómodo siendo, como es ahora mismo, el centro de atención.

Marcos fue un tipo sencillo, con gusto por los placeres mundanos, comer, beber y reunir a las amistades alrededor de una mesa que a su vez diera pie a sobremesas interminables.

Marcos era un gran conversador, una persona muy culta e inteligente, que dialogaba sin pirotecnia y que, sobre todo, sabía escuchar. De esta última cualidad, hoy escasa sin duda, nos pudimos beneficiar muchos, y es otra de tantas cosas que merecen agradecimiento.

En esa sencillez siempre se permitía, eso sí, alguna extravagancia, lo que también imprimía elegancia a su imagen: colores de zapatos y camisa siempre perfectamente combinados, pulsera del reloj a juego y esos chalecos que ahora llamaríamos vintage.

Esto, que no deja de ser algo anecdótico, configuraba sin embargo una presencia muy característica, pues contrastaba con sus maneras sobrias y, casi siempre, contenidas. Por dónde empezar, decía hace un momento. Estas notas son sólo unas pincelas para perfilar un retrato aproximado de nuestro amigo. Fue una persona excepcional. Y punto.

Y con esto sería motivo suficiente para reunirnos y encontrarnos en torno a su recuerdo, porque recordar significa, literalmente, “volver a pasar por el corazón”. Es esto, precisamente, lo que estamos haciendo aquí.

Sin embargo, hay más, hay mucho más sobre lo que fue y sobre lo que hizo Marcos. Marcos vino de Salamanca, pero, como dice El Blues del Rvbicón, “a los cuatro días ya era de aquí”. Allí regentaba otro bar mítico, el Rivendel, local y época, me consta, que también fue importante para muchas personas de aquella ciudad.

Ya en Santander, hizo piña con el gran Moncho, otra figura memorable de la calle del Sol, responsable del nacimiento del Rvbicón hace casi 40 años y sin la cual esto que estamos viviendo no se explicaría con la debida justicia. Juntos, Moncho y Marcos, con tesón, buen criterio y coherencia fueron moldeando lo que ha sido, es y a buen seguro seguirá siendo un hito cultural de Santander y más allá.

Lo sabéis, pero no está de más recordar que, a lo largo de muchos años, hemos tenido cientos de conciertos en el bar, convirtiendo en algo cotidiano el extraordinario privilegio de disfrutar, cada miércoles, del mejor jazz nacional y a veces internacional en un ambiente inigualable de gozo, pasión y respeto por la música y los músicos. Siempre, por cierto, con espacio para artistas locales, jóvenes que empezaban su andadura y mayores más o menos consagrados. Ver crecer a muchos de ellos, recibir el cariño permanente y la atención y amistad sincera fue siempre uno de los motivos de orgullo
más personales de Marcos.

Además de la rutina semanal, quiero hacer una mención a Raqueros del Jazz, el modesto pero muy relevante festival levantado a pulso desde el Rvbicón. Nunca reconocido lo suficiente por esta ciudad y su pléyade cultural, ha contado con la participación de algunos de nombres más importantes del panorama jazzísticos del país.

Y, por supuesto, la Asociación Cultural de la Calle del Sol, Sol Cultural. Como bien decía Marcos, que coincida un grupo de personas con inquietudes comunes, con voluntad de darles salida a esas inquietudes y con la capacidad de poner en marcha un artefacto como Sol Cultural, ha sido una cuestión de verdadera suerte. Quince años de suerte que dejan una herencia de música, teatro, danza, pintura, fotografía, cartelería, literatura, cuentos, juegos, solidaridad e imágenes de la calle, como hoy, desbordada de gente. Dicho de otro modo, una herencia del mejor y más profundo humanismo, en la que Marcos jugó siempre un papel central.

Raqueros de Jazz, Sol Cultural, el Rvbicón… No es poco, ¿verdad?

No hay que decidir, claro está, qué cosa sea más importante, pues todo forma parte de un mismo proceso. Sin embargo, sí me gustaría destacar algo. Me refiero a la gran familia rubiconera. Porque la música, las artes, las fiestas, las cervezas y las comidas fueron (y serán) sobre todo el vehículo, el medio que hizo posible que aquí surgiera una comunidad humana tan especial. Muchas personas y tantos nombres, que darían para llenar varias páginas. Sí, creo que hemos sido afortunados de encontrarnos y relacionarnos a través de este lugar y de hallar en Marcos y en su obra el elemento catalizador que nos ha reunido.

Quizás, al final, el mejor homenaje que podemos rendir a Marcos sea constatar que aquí seguimos y que, por supuesto, continuamos bajando al Rvbi sin la necesidad de haber quedado previamente con alguien, porque es seguro que allí nos encontraremos con un amigo, un conocido o, en el peor de los casos, siempre podremos dar la chapa a alguno de los camareros.

La última lección que nos dejó Marcos vino con su enfermedad. Fue un proceso que vivió de manera ejemplar, con un estoicismo envidiable. Marcos era de la ancha Castilla, de Salamanca. Conocéis esos paisajes de horizontes infinitos, que, por lejanos, imponen un ritmo lento al curso de la vida y arman a sus gentes de una templanza que lo impregna todo, también el último viaje.

Os alegrará saber, porque, aunque es triste también es maravilloso, que el último gesto de nuestro amigo, minutos previos a perderse definitivamente en la noche del tiempo, fue una sonrisa, con su mirada cálida y un apabullante “aquí no pasa nada”.
Esa es la persona a la que rendimos homenaje. Y lo hacemos aquí, en la calle del Sol, a las puertas del Rvbicón, reunidos en torno a la música, la alegría y la fraternidad.

Marcos amó la vida y la compartió generosamente con todos nosotros.

Marcos nos legó y nos enseñó muchas cosas. Y una que hemos aprendido bien es que, como decía la canción,

ESTOS DÍAS NO SON NADA
SIN SUS NOCHES AL SOL.

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