«Si tienes una empresa que hace caso omiso a todo lo que ha firmado, desde el Gobierno deberían llevar un control»
Poco más de medio año y la situación en la plantilla de Diavida habla de precariedad y hartazgo. Aunque concedieron 15 días para que la nueva adjudicataria tomara el pulso, ya se han cansado de falta de materiales, escasez de ambulancias, calendarios laborales preparados con poca antelación, turnos partidos que dificultan la conciliación familiar, y los retrasos en las nóminas, que denuncian como muy habituales.
Ricardo Alonso, delegado de Personal de UGT en Diavida, describe una situación que parece contraria a la de un servicio público esencial, como es trasladar a pacientes para que reciban los tratamientos que tienen programados. «Empezamos sin escalones en las ambulancias, sin oxígeno, sin material» y también dice que «no teníamos ni sillas para subir ni para bajar a los pacientes». Un mal comienzo. Tanto, que ya se ha tomado la decisión de comenzar movilizaciones para denunciar lo que está sucediendo.
El problema ha ido a más, según explica el sindicalista en una entrevista a EL FARADIO. Porque el número de ambulancias no sube, se llega con demasiado retraso a recoger o a llevar a los pacientes y eso está elevando la presión sobre los trabajadores. La consecuencia es que «hay un exceso de bajas y ahora mismo está habiendo hasta excedencias de trabajo porque no se aguanta», con lo que se ha entrado en una espiral que agrava la deficiente atención a los pacientes.
Alonso también retrata otra forma de presión, que es la de enviar un aviso a un trabajador que está a punto de cerrar su jornada y que la rebasará de cumplir con ese encargo. Frases como ‘déjalo, pero tú verás’ añaden una presión que se acaba traduciendo en trabajar de más. Y esto afecta a la conciliación laboral y familiar.
Claro, los primeros que reciben las quejas son ellos, los que tratan directamente con los usuarios del servicio. Antes, cuando Ambuibérica era la empresa que se encargaba del transporte sanitario programado, había quejas también. Sin embargo, los pacientes están empezando a echar de menos aquellos tiempos, porque ahora la situación es peor. Se están teniendo que acostumbrar a más retrasos y a tardar más en llegar, porque las ambulancias disponibles acaban recogiendo a más pacientes de zonas más amplias y eso alarga los traslados.
Los trabajadores están teniendo que sufrir retrasos en el cobro de las nóminas. Alonso denuncia que esto está sucediendo la mayoría de las veces, e incluso que el Servicio Cántabro de Salud ha tenido que adelantar dinero en alguna ocasión para evitar que el retraso en el pago se alargara. Según la versión del miembro de UGT, las excusas han sido variadas, desde la Dana de Valencia (la empresa tiene allí su sede), hasta la falta de crédito concedido por los bancos. Mientras, «ya tenemos tres trabajadores con amenaza de desahucio», porque los retrasos les complica el pago del alquiler o de la hipoteca.
Las irregularidades detectadas han sido tantas, que los representantes de los trabajadores han tenido que ir presentando numerosas denuncias y, gracias a eso, se han ido corrigiendo algunas de las deficiencias, aunque Alonso ve todavía muchas cosas por corregir: falta el plan de igualdad, el plan de formación, el comité de seguridad e higiene, se modifican horarios, a veces, de un día para otro… «Es un sinvivir porque no quiere hacer nada legal», afirma.
Por eso estima que el Servicio Cántabro de Salud debería de controlar más y mejor el cumplimiento de lo firmado en el contrato con Diavida. Hasta que no empezaron las denuncias y la huelga, cree que no hicieron nada, pese a que el contrato contempla esa supervisión por parte del Gobierno de Cantabria. «Si tienes una empresa que hace caso omiso a todo lo que ha firmado, desde el Gobierno deberían llevar un control».