
«En Cantabria necesitamos y carecemos de espacios de discusión intelectual sobre las políticas culturales»
La lejanía de un lugar respecto a los lugares donde suceden las decisiones se puede convertir en un problema. Esto es algo que se puede decir de un montón de sitios de Cantabria, que quieren estar más conectados, en muchos sentidos, para no perder población.
En la cultura también sucede algo así. Si la oferta se centra en unos pocos municipios grandes, puede ocurrir que aumente la sensación de aislamiento, de vivir en espacios donde parece que nunca pasa nada.
Agustina Monasterio lleva tres años como directora de La Casona de Tudanca. Lo primero que hace, en una entrevista concedida a EL FARADIO, es reivindicar esa instalación cultural, pero también todo lo que tiene alrededor. Dice que el Valle del Nansa es un ecosistema, en el que está Tudanca, pero también todo lo que baña el río. «Tengo una amiga que siempre dice que es un valle destartalado y precioso, y me parece que es una buena definición». No es el más visitado ni el más conocido, pero ella se esfuerza para que sucedan cosas allí.
Habla de cultura y de patrimonio. Esta fue la casa de José María de Cossío, y ya en su día él la pudo concebir como una pieza muy valiosa desde el punto de vista patrimonial. Por su archivo documental, por las copias de grabados de Goya, los carteles taurinos, las cartas que le enviaba Miguel Hernández y otros artistas con los que estaba relacionado. Una actividad la suya muy emparentada con la Generación del 27.
Tenía idea de dejar en herencia la casa a un familiar suyo, pero la acabó cediendo al Gobierno de Cantabria, con la condición de que se mantuviera el aspecto de casa tradicional de un hidalgo montañés. Así se ha quedado, pero es un edificio vivo, abierto a las visitas y con ganas de organizar varias cosas distintas que sirvan como reclamo, tanto para quienes viven en la zona como para quienes quieran acercarse desde más lejos. Los horarios y las tarifas se pueden consultar en el siguiente enlace.
Ahora que lleva tres años, Monasterio cree que es un buen momento para hacer una evaluación, algo que hace ella misma con la Dirección General de Cultura y Patrimonio. Analizar cómo es la Casona y qué más puede ofrecer.
Una de las cosas que tiene ahora es una exposición temporal que se llama ‘Tiempo completo’ y «está basada en las historias de vida de cuatro mujeres del pueblo», cuenta la directora. Es un espacio que sirve para hablar de lo local, de los saberes de toda la vida, pero pretende ir a más.
Por ejemplo, este verano se quiere hacer un ciclo de cine en el jardín de la mano de la Filmoteca Regional. O invitar al escritor Juan Gómez Bárcena para que lleve a cabo un taller de escritura creativa. O también organizar una jornada marinera, contando historias de marinos de la zona, y contar la historia de la pesca a través de las redes de la colección privada de Juan Garay, un pescador de Castro Urdiales. Una mezcla de patrimonio, literatura y mundo del trabajo, «porque al final es lo que les toca a los vecinos, es decir, es lo que la casa tiene a su alrededor más cerca, es un sitio lleno de cultura letrada pero que está completamente rodeada literalmente de cultura que viene del mundo del trabajo».
Pero la visión de Monasterio no se queda solamente en el verano de 2025. Ya va asomando una fecha clave. Dentro de dos años se cumplirán 100 desde que José María de Cossío se estableció en la casa. Y ahí se implicará también Juan Gómez Bárcena. La también escritora cántabra Marta San Miguel se está haciendo cargo de elaborar un libro sobre la Casona. Y hay instituciones como la Universidad de Cantabria o la Fundación Gerardo Diego con las que también se está conversando para poder tener una exposición que pueda ilustrar la modernidad de hace un siglo.
Uno de los objetivos de estos esfuerzos es que la Casona sea un lugar reconocible, que no tenga actividad solamente en verano y que ayude a descentralizar la cultura. Monasterio cree que «en Cantabria necesitamos y carecemos de espacios de discusión intelectual sobre las políticas culturales». Le parece necesario que haya un debate profundo y participativo para decidir mejor hacia dónde avanzar y no quedarse atrás.
También piensa que ese debate no se puede desarrollar únicamente en la capital. «Necesitamos urgentemente que los espacios de reflexión intelectual sobre las políticas culturales no ocurran solamente en Santander». Hay más espacios, más creadores y más público fuera de la capital. «No hay propuestas, pero yo lo que veo es que hay agentes, hay un ecosistema cultural muy heterogéneo, lo cual es muy bueno, pero necesitamos espacios de discusión y confrontación también, que ya ocurren de manera informal», sostiene.
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