El arraigo del paisaje, el poso de lucha o la conexión con temas actuales: 13 claves en la expulsión de las caravanas de Mataleñas
Del “callar bocas” que tuvo que matizar la alcaldesa al retirar la parte de las caravanas tras la presión vecinal, el pueblo de Cueto puede anotarse una victoria importante –con más valor al ser frente a un PP con mayoría absoluta- que deja sin argumentos a un equipo de Gobierno que se aferraba a los fondos europeos para imponer unas caravanas que antes no había mencionado –y que ya no parecen ligadas a los fondos europeos, condición, hay que recordar, que fue el PP quien había dicho que era así–.
El alcance de la movilización pilló a los ‘populares’ con el pie cambiado, y esa sorpresa por lo incontrolado explica aquel fuera de tono “callar bocas”: una especie de rabia que acabaría dando paso a la preocupación, seguramente a un “ya se cansarán” susurrado al oído- y a cálculos electorales –al fin y al cabo, un alcalde o alcaldesa están siempre con ellas en la cabeza—y a su impacto en una zona en la que se mezclaban un combativo Cueto –que no tiene por qué significar inclinado a la izquierda—y un apacible Valdenoja –que es más un estado mental que un lugar y que tampoco es apto para tópicos-.
Algunas claves que explican, a la luz de luchas pasadas y presentes, porque la movilización ha conseguido su objetivo más importante, que no el único – la retirada de las caravanas pronto dio paso a una alternativa, un espacio verde, natural, de encuentro en esa misma vía-.
1. Era algo muy concreto, una lucha contra un proyecto específico. Resulta más fácil focalizar el trabajo sobre una cosa que puedes ver y que tiene anclaje que sobre una lucha épica y estructural. Que también hay que darlas, por supuesto. Todo suma.
2. La conexión con el territorio: hablamos de un espacio muy reconocible, no sólo la costa norte, no sólo Cueto, no sólo Mataleñas, sino un vial muy específico que iba a acabar totalmente desnaturalizado –pese a que la propaganda hablara, precisamente, de renaturalizar-. Un lugar que sirve para los paseos de los vecinos, que da continuidad a la vida de pueblo que todavía existe en Cueto.
3. Un lugar que trasciende el lugar: aparte de ser esa continuación natural del paseo principal del pueblo de Cueto, el proyecto de las caravanas hubiera supuesto una brecha en el continuo natural que, pese a todo, sigue representando la zona: la costa, el parque, el Faro –el campo de golf, que ya supuso una merma del espacio de todos, ha tenido mejor encaje por su carácter público y más aparentemente natural-. Y toda esa zona es una especie de desahogo, de respiro, para muchas santanderinas y santanderinos que, sin ser necesariamente de la zona y aunque no lo visiten constantemente, lo aprecian y respetan.
4. La lucha conectó con cosas que van más allá de un espacio, un pueblo y una ciudad: ha sido el verano del hartazgo con la turistificación en Cantabria, tal vez porque ha alcanzado unas cotas de masificación impensables hace años, con un entreguista discurso político (aquel “maravillosamente desbordados” que tuvimos que leer en plenas fiestas y que nunca querríamos escuchar en un hospital, comisaría o puesto de trabajo) que hace pensar que no parece haber más planes que orientar todo a un turismo al que ya se le ven abiertamente las consecuencias negativas (poco espacio, elevación de precios de la vivienda por el ‘volquete’ rentista e inmobiliario a los pisos turísticos, detraídos así de la oferta general).
5. Esto nos lleva a una clave que tal vez no se haya valorado, pero que es vital en momentos de guerrillas culturales: la conquista del sentido común. La Comisión consiguió que fuera muy difícil vender como verde y necesario un proyecto que no solucionaba nada en un sitio querido. O sea, que va de proyectos, pero también de valores y símbolos. Y hablando de símbolos, ahí estuvo sonando en las protestas el ‘Santander la marinera’ de Chema Puente, legado vivo de pueblo y ciudad.
6. Aunque van unidos, queremos separarlos: no fue sólo el hartazgo con el modelo turístico, simbolizado en las caravanas, sino con la obsesión por el ladrillo. Es una zona, la costa norte, que siempre ha sido codiciada por los dueños de las hormigoneras, al mezclar la milagrosa combinación de espacio libre y entorno natural. Ya fue objeto de debate cuando se tramitó el POL, el Plan de Ordenación del Litoral –recordamos las quejas de que hubiera trabas a la construcción en la zona, desde un Ayuntamiento que había dispuesto que todo el suelo de la ciudad era objeto de edificación–, y si bien Valdenoja es evidente que algo se dio, también es que se frenaron otros intentos que mezclaban lo uno –la construcción—con lo otro –el turismo–, valga la redundancia: sí, hablamos de la senda costera, frenada por los propios vecinos poniendo su cuerpo frente a las obras.
7. Por ahí, por la senda costera, nos vamos a otra clave, otro hartazgo: empieza a no colar el ponerle a todo la palabra verde. La senda costera se llenó de puentes y material de obra cuando lo que se había presentado era un mero arreglo de caminos. En Mataleñas los vecinos tuvieron que leer que el proyecto era para “renaturalizar” (¿qué bosque había ardido ahí, en un vial flanqueado entre árboles y espacios verdes, sólo alterados por los coches aparcados o por la presencia del campo de golf?). En tiempos en los que se llegó a hablar de asfalto ecológico para la subida al faro, con los parques el tema en Santander ya roza el modelo o la falta de imaginación: desde el parque de Las Llamas y sus elevados costes de mantenimiento hasta, más cerca en el tiempo y el espacio, el Parque 2020.
8. La senda es tan amplia que nos lleva a otro argumento, clave, podríamos decir que clavísimo si la palabra existiera: el poso de las luchas previas. La defensa de la costa frente a proyectos agresivos, hace menos de una década, pero también el mantenimiento del ambulatorio o, en varias ocasiones, el no permanecer aislados: cuando pelearon hace décadas por el transporte, o, prácticamente antes de ayer, contra el Metrotus, nos dibujan un pueblo entrenados a moverse y protestar. Y cuando se está entrenado, los ironman salen mejor.
9. Por las luchas previas llegamos a otro hito: la existencia de cierto grado de organización que puede servir como base. En el caso de Cueto, el germen fue la asociación vecinal, escenario de las primeras reuniones de protesta.
10. Esto es interesante: la lucha la ha canalizado la Comisión Defendamos Mataleñas, con una personalidad muy propia y liderazgo en las acciones. Esto es, una plataforma o colectivo puntual, pero coordinado con la asociación histórica. Un modelo híbrido que hemos visto en alguna ocasión más, que se he revelado eficaz y que nos lleva a pensar que no hay por qué elegir entre las estructuras clásicas, criticadas por pesadas, y las nuevas, cuestionadas por volátiles, sino que podemos mezclar lo mejor de ambas: el hábito organizativo de lo de siempre (materializado en recogidas de firmas o llevar la protesta a carteles y a la propia Plaza del Ayuntamiento) con la flexibilidad de lo nuevo (la apuesta por Instagram, el foco en un objetivo concreto).
11. A partir de ahí, llega la amplificación de voces, desde históricos como ARCA o discursos con el poso del grupo Alceda, hasta nuclear a todo ese Santander crítico, activo y movilizado que se mueve en torno a las causas de la mejora de calidad de vida (la lucha contra el ruido y la turistificación de Pombo-Cañadío, el nuevo modelo de movilidad de las Mesas de Movilidad, Cantabria ConBici o la plataforma que agrupa a varios colectivos por una Zona de Bajas Emisiones realmente respetuosa con el medio ambiente y la salud). En esta suma de voces fue importante la labor de los partidos, llevando el tema a sus espacios y al Pleno, y de los medios que amplificaron la agenda (y que sí, necesitan apoyo de una sociedad civil cómplice).
12. Por supuesto, los factores personales, el no haber perfiles comprables a base de nombramientos, contratos a sobrinos o chocolatadas y entradas de toros. En lo personal va el conocimiento de la administración y de los temas: para sacar fallos a los proyectos hacen falta gentes con habilidades en funcionamiento institucional, redacción de alegaciones, saber hasta donde se puede llegar (el camino podía haber seguido en los tribunales o Europa) o construcción de un discurso de ciudad coherente.
13. El número hace que parezca cuestión de suerte, en este caso, además, la lucha llegó a tiempo: el proyecto no estaba adjudicado, y había margen para cambiarlo. Con el Parque 2020, otro foco de asfalto en lo natural, no pudo ser. Con el resto de proyectos que combinan turismo y discurso sostenible (es decir, como ya sabemos, atracción del ladrillo al oasis que quedaba), ya veremos.
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