«La historia del montañismo ha sido muy política desde el minuto uno»
«Echaba de menos un libro así como lector». Así explica Pablo Batalla, en una entrevista concedida a EL FARADIO, que se haya puesto a escribir un libro que a las ideologías en multitud de senderos de montaña. Esto le viene a este periodista y escritor asturiano porque es «montañero desde pequeño» y también «lector de historias del montañismo porque me gusta siempre conocer la historia de las cosas que me gustan».
La historia del montañismo tiene su lado fácil y convincente por la épica de las historias de los montañeros que se han enfrentado a situaciones muy adversas o también porque la montaña es sinónimo de evasión. El silencio, el paisaje, la inmensidad de la naturaleza… Batalla lo que ha hecho es ponerse a indagar para ver si podía comprobar una hipótesis que le rondaba la cabeza: por mucho que te evadas, la política también llega hasta ahí arriba.
«Para mí era evidente que la historia del montañismo había sido muy política desde el minuto uno, desde que nace, ya vinculado al liberalismo, a las construcciones nacionales, a los imperialismos del siglo XIX, pero echaba de menos que alguien me contara esa historia», resume el escritor.
Cuenta que su trabajo ha consistido en empaparse de 18 ideologías distintas, se hizo un grupo de Telegram de cada una y empezó a recopilar información e historias de cada una de ellas. Una de sus conclusiones es que todas esas ideologías «han ido a las montañas, han practicado montañismo, han fundado grupos de montaña, han tenido montañeros con esa ideología, han tenido líderes históricos que tuvieron una experiencia montañera en algún momento de sus vidas y me parecía interesante explorar todo eso, hacer una historia política del montañismo que no fuera una historia lineal desde 1786 hasta hoy y en la que unas ideologías aparecieran más representadas que otras».
No todas las ideologías tienen las mismas historias, y por eso Batalla ha tenido que bucear para encontrar más y que su libro fuera «lo menos eurocéntrico y lo menos falocéntrico posible, esforzarme extra por encontrar historias de mujeres, por contarlas y también porque los rostros de la gente que aparecieran en este libro no fueran predominantemente blancos». Esa labor de buceo también le ha llevado a conocer historias formidables de personas discapacitadas que han podido escalar algunas de las montañas más altas del mundo, invidentes o con falta de extremidades, por ejemplo.
Se ha dado cuenta el autor de que «todas las ideologías tienen un ideal de la sociedad que aspiran a construir en la cabeza y del ser humano nuevo que la va a construir y la montaña es un espacio para la forja de seres humanos nuevos». La montaña y su misticismo, lo que las religiones también han utilizado de la montaña.
También hay alguna referencia a Cantabria y cántabros en la obra. Por ejemplo, Víctor Puente Cantero, «un alpinista al que yo admiro mucho, al que sigo en Facebook y que tiene un proyecto precioso de reivindicación de los pastores del desfiladero de la Hermida. Siempre dice que sus héroes no son Reinhold Messner ni Kilian Jornet, sino esos pastores de los que él descubre el rastro, lugares por los que ni él se atreve a subir y él es el alpinista más temerario que uno se pueda imaginar», o también Rosario de Acuña, «una ilustre feminista, librepensadora, amazona, socialista española de finales del siglo XIX que amaba también las montañas y cuenta una anécdota de ella subiendo a un pico cántabro, en el que colocó en la cumbre una bandera, que era una bandera republicana, tricolor, con su nombre personal escrito».
De las montañas se ha dicho muchas veces que son lugares donde descubrirnos a nosotros mismos. Quizá en ‘La bandera en la cumbre’ también.