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«El futuro es generar empresas con un perfil de economía social»

Nuestra última tertulia del año sirve para recordar los movimientos de apoyo mutuo que han surgido en este 2020, y reivindicar su labor para llegar a los lugares que precisaban de recursos y ayuda.
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Marzo nos sorprendió con una pandemia que, de repente, nos bloqueó. Y nos encerró en casa, como medida para tratar de frenar una incidencia disparada. Pronto colapsaron los hospitales de muchos puntos de España, y empezaron a conocerse muchos fallecimientos, hasta varios cientos cada día, relacionados con esta nueva enfermedad que partió de China y que fue llegando a todos los lugares del mundo, sin prácticamente excepción.

La economía tuvo que frenarse, y pronto empezaron a escucharse llamadas de auxilio. El sentido de la solidaridad y la colaboración se activó en seguida y empezó a canalizarse a través de asociaciones, cooperativas o simples movimientos donde varias personas se unían para aportar su saber y su esfuerzo para tratar de paliar situaciones complicadas. Por ejemplo, de personas mayores. O también escuchar a unos productores locales que se veían con muchas menos posibilidades de poder vender sus productos, por su dificultad para llegar a los puntos de venta y a la hostelería. O atender a los hospitales o centros médicos, que no tenían suficientes respiradores ni mascarillas.

De esos movimientos hemos hablado en nuestra última tertulia del año en Arco FM. Hemos tenido en nuestro espacio de debate a Patricia Manrique, filósofa, periodista y que forma parte de la Red Cántabra de Apoyo Mutuo y de la posteriormente nacida Cooperativa Duju, a Ricardo Sainz, presidente de la Federación Cántabra de Asociaciones de Vecinos (FECAV), que tiene su sede en Santander, y a José Ramón Blanco, miembro de la comunidad de los Makers 3D en Cantabria.

Patricia recuerda que «un montón de gente se apuntó» al comienzo de la pandemia a esa red Cántabra de Apoyo Mutuo. Tuvieron que coordinarse deprisa, establecer cómo y a cuánta gente podía ayudar cada uno y se pusieron manos a la obra para atender esas necesidades que no podían quedar suspendidas. Las problemáticas por atender eran de muchos tipos, y varias «las derivábamos a servicios sociales», cuenta.

Después esa Red ha derivado en la Cooperativa Duju, una empresa de economía colaborativa y social que puede poner en contacto a varias empresas y empresarios para que compartan recursos y así hacer más viable sus proyectos. Un modo de funcionar no tan normal o publicitado, pero que puede dar un resultado positivo en un momento de dificultad como el actual.

En la FECAV han palpado la crisis de una manera significativa también. Ricardo explica que estaban acostumbrados a atender a unas 400 familias que acudían a pedir ayuda, pero han pasado a ser «unas 1.200. Si pensamos en cuatro personas por familia, son cuatromil y muchas personas». Han tenido colas muy largas de personas en su local de la calle General Dávila nº 89.

Es verdad que también han visto la cara más solidaria, por empresas que les han ofrecido productos, como la lechera El Buen Pastor, y recuerda con cariño cuando un grupo de trabajadores de un supermercado de Solares, «que hicieron un pedido para nosotros».

José Ramón cuenta que en unas horas se consiguió montar el movimiento de los Makers. Gente con impresoras 3D en su casa que empezaron a fabricar elementos que faltaban, como los EPIs para el personal sanitario, los respiradores que eran necesarios en los hospitales o las mascarillas que faltaban por todas partes.

Para él, es un síntoma del potencial que hay en Cantabria. «Si toda la comunidad está centrada en un objetivo, se pueden hacer cosas alucinantes», aunque también lamenta que esa capacidad de esfuerzo que la sociedad tiene no se ve suficientemente reconocida «por las instituciones».

Patricia incide en la necesidad de que el concepto de cooperativa crezca. Siempre con la idea de la sostenibilidad y el trabajo digno en la base, y así poder crear «productos de calidad y a un precio razonable». El consumo local está en el centro de esta idea, como forma de que las personas puedan trabajar en su entorno, y también consumir lo que ese mismo entorno genera.

«El futuro es generar empresas con un perfil de economía social», reflexiona. Cree que en Cantabria aún «tenemos mucho trabajo en economía social», porque en otras comunidades autónomas sí existen ya redes de empresas que funcionan de esta manera. Aquí se ha empezado ya, pero piensa que es necesario avanzar más.

José Ramón recuerda también cuando a los Makers les hacía falta plástico del que usan en las impresoras y al final, a través de donaciones, consiguieron tanto que les terminaron sobrando decenas de kilos, que todavía tienen, pero que no es suyo. «Fue una pasada», exclama.

Pero estos movimientos también echan en falta que las administraciones se hubieran implicado más en la resolución de problemas y la asistencia a las situaciones de vulnerabilidad. El propio José Ramón recuerda que tuvo reuniones con Gobierno de Cantabria y Ayuntamiento de Santander, pero que más allá de un apoyo «moral» no consiguió nada.

Patricia lo expresa con una frase muy futbolera: «sociedad civil 1-administración 0». Y cree que esto es lo que sucede habitualmente, que la población tiene mayor capacidad de unión y colaboración y que con las administraciones a veces no es posible contar. Ricardo y José Ramón están de acuerdo en que esto sucede por una «falta de voluntad». «Si los políticos hubieran tenido la misma capacidad de compromiso que la sociedad civil, todo hubiera sido totalmente diferente», remata Patricia, que añade que «no sé qué han estado haciendo».

Por eso le parece tan importante montar nuevas iniciativas locales y apoyarlas, y pone el ejemplo también de Solabria, la cooperativa energética que no pertenece «al oligopolio eléctrico». Es una cuestión de concienciación ciudadana para aprender el valor que tienen las pequeñas empresas y los pequeños negocios que tenemos al lado de casa, y acostumbrarnos a acudir a ellas.

Ricardo también se queja de la deficiente atención a los ciudadanos que está teniendo la administración, con teléfonos que suenan y nadie coge, ni los funcionarios ni tampoco sus jefes. Y se suma a los argumentos de Patricia ensalzando a las tiendas de barrio, sobre todo en contraposición a superficies más grandes, donde dice que «están subiendo poco a poco los precios», mientras en los comercios pequeños los mantienen para tratar de que su clientela permanezca fiel.

A esto, Patricia añade que esas pequeñas empresas generan un empleo de mayor calidad, que resiste mejor a las crisis, porque en las grandes superficies «se opta por despedir trabajadores para tener más beneficios». Y José Ramón pone en valor también la calidad de los productos de esas pequeñas tiendas, que «es muy superior» a los que encontramos en comercios grandes.

En definitiva, estamos cerrando un año donde puede quedar el aprendizaje de que consumir local acaba resultando beneficioso para la comunidad en muchos aspectos distintos, desde el económico hasta el medioambiental, pero pasando también por el social.

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