La Casa de los Muchachos

Un lugar donde crecer

En tan solo unos meses La Casa de los Muchachos cumplirá 40 años trabajando en pro de niños y adolescentes en Torrelavega. Analizamos este proyecto con pasado, en presente y de futuro y que tantas vidas de jóvenes y sus familias ha cambiado
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Hay situaciones en la vida que requieren que alguien nos guíe, nos apoye y, en algunos casos, nos ayude a cambiar para poder impulsarnos y continuar con nuestro camino. Estos momentos de tribulación y de necesidad se agudizan cuando los protagonistas son niños o adolescentes.

La Casa de los Muchachos

A inicios de los años 80, el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Torrelavega, Cristóbal Mirones, de la mano de un grupo de voluntarios, comenzó a atender y a acoger a personas sin hogar o con problemas en un piso del barrio de la Inmobiliaria. Una labor cargada de buena voluntad que se prolongó por un tiempo hasta que se dieron cuenta de que no bastaba con ello y que necesitaban la colaboración de profesionales que supieran encauzar las situaciones por las que pasaban estas personas.

Fue por ello por lo que solicitaron ayuda a la congregación amigoniana, momento en el que la fundación Amigó tomó las riendas del proyecto, remodelándolo con arreglo a su pedagogía y transformándolo en un modelo de apoyo y formación educativo-social que ha derivado en lo que es hoy. Un programa con dos partes diferenciadas: un centro de día y una unidad residencial. En el primero los jóvenes están desde las dos hasta las ocho de la tarde y en el segundo conviven en la casa, ubicada a la entrada de la ciudad, hasta cuatro niños o niñas.

Pandemia

Debido a la crisis sanitaria, se han establecido grupos burbuja en el centro de día y la actividad de este y su integración con la parte residencial ha variado. Sobre ello nos habla Jürgen Hoffend, director territorial autonómico de la Fundación Amigó y director de la Casa de los Muchachos y del Servicio de Orientación y Ayuda al Menor (S.O.A.M.), quien asegura en una entrevista concedida a EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM, que los meses del confinamiento fueron complicados: “El centro de día estuvo cerrado durante este tiempo. Atendimos telemáticamente a los menores y a las familias, pero vimos como algunos chicos, no todos, aprovecharon este momento para descolgarse de sus estudios. Es una cuestión cultural y de educación”.

Y es que este fue uno de los aspectos que más se intentó cuidar por parte de las instituciones durante el encierro sucedido entre marzo y junio de 2020, con diferentes resultados. Numerosos estudios posteriores han revelado que las tareas educativas online consiguieron mitigar la tristeza de los menores, pero han concluido también que, a mayor edad, mayor impacto emocional.

En cambio, Hoffend asegura que en la parte residencial todo fue muy diferente: “Los menores se mostraron muy integrados en todas las actividades que promovimos durante los meses del confinamiento y, con el apoyo de los educadores, dedicaron mucho tiempo al estudio. Les fue muy bien la intensidad en la convivencia; incluso, a algunos de ellos, les costó volver al ritmo habitual cuando terminó el confinamiento”.

Desde su punto de vista, la exigencia en el colegio o en el instituto es positiva para niños que proceden de familias con problemas: “Tiene que haber exigencia en la vida, sin exigencia no hay desarrollo ni crecimiento. Sin metas no crecemos como personas”. Estos aspectos se cuidan con mucho mimo en la Casa de los Muchachos por parte de los profesionales que cuidan y educan a los menores. Se promueve la independencia en las labores cotidianas y en las obligaciones estudiantiles: “Siempre se les apoya, pero se les enseña a ser independientes en la medida de lo posible para que sean capaces de gestionar sus vidas una vez que salgan de aquí”, concluye Hoffend.

Apego seguro

La pedagogía amigoniana se sustenta sobre el humanismo cristiano, siendo el desarrollo de cada persona el centro de todo. El objetivo principal de la intervención educativo-social en el centro es, tal y como detalla su director, “crear una relación llamada técnicamente de apego seguro entre el menor y el educador, siendo este su referente adulto que le ayuda a gestionarse adecuadamente, sobre todo en su vivencia emocional, algo muy importante en los chicos y chicas que han aprendido a sobrevivir en circunstancias adversas e, incluso, peligrosas”.

Continúa asegurando que, “en un desarrollo sano en el apego seguro está la parte afectivo-emocional y los límites y la exigencia, que les ayudan a madurar y les da la capacidad de autogestionarse y de independizarse. Las relaciones de dependencia son negativas para cualquiera. Si para estar bien necesitas a alguien, fracasarás siempre. El exceso de apoyo debilita”.

A veces, algunas de las personas que alguna vez pasaron por La Casa de los Muchachos realizan visitas a sus educadores y formadores. Sobre esto, Hoeffend afirma que “nuestro trabajo es sembrar, no hay garantías porque no somos los únicos que influimos en ellos, pero, si en el tiempo que pasan con nosotros, podemos darles herramientas para afrontar la vida y queda algo, sea más o menos, estaremos satisfechos”.

S.O.A.M.

El Servicio de Orientación y Ayuda al Menor (S.O.A.M.) es otro de los proyectos que la Fundación Amigó desarrolla en Torrelavega. El centro despliega una red de atención familiar y orientación en temas relacionados con menores, además del desarrollo de actividades ocupacionales y recreativas para un uso saludable del tiempo libre por parte de los niños y jóvenes que pasan por él.

Una de estas actividades es su campamento urbano, que con la pandemia también ha variado su estructura y su dinámica. Este año cada grupo estará formado por 40 niños y se celebrará en los meses de julio y agosto en bloques de dos semanas. Una de las novedades de esta edición es la inclusión de la comida en cada jornada, lo que lo convierte en una oferta de atención completa durante el verano.

Hoffend considera que la fundación Amigó es parte de la realidad torrelaveguense y valora la colaboración con el Ayuntamiento como “muy positiva”. En este sentido, la concejala de Servicios Sociales, Laura Romano, valora como “efectivas” las acciones de la fundación y recuerda que desde el consistorio “se utilizan todas las herramientas disponibles” para ayudarla en la labor que desarrolla.

Sobre el campamento urbano, Romano asegura que se plantea como una alternativa vacacional para todos aquellos jóvenes que puedan tener problemas para acceder a otro tipo de ocio en verano y se muestra orgullosa por la organización del campamento, que consiguió que no hubiera contagios el pasado año y que confía en que, con los protocolos actualizados que se aplicarán, además de las medidas sanitarias, tampoco se produzcan en esta edición.

Polonia y Costa de Marfil

Además de su labor en España, la fundación Amigó también desarrolla sendos proyectos en Costa de Marfil y Polonia. El primero es un proyecto con una historia de 30 años. Allí se presentó la posibilidad de trabajar en la cárcel más grande de Abiyán, donde los primeros frailes iban tres veces por semana a la cárcel a visitar a los presos. Pero además de curar heridas, se vio la necesidad de prevenir y de trabajar con menores salidos de la cárcel (en Costa de Marfil los menores sí pueden entrar en prisión). Lo que se desarrolla es un sistema de aprendizaje profesional impartiendo talleres de jardinería, mecánica o producción de muebles, uno de los más exitosos.

Jürgen es el fundador de la casa de Polonia Domostwo Amigoniaiskie, donde pasó quince años antes de venir a España: “Después de estar allí dos años, en un edificio bastante grande hicimos un centro de día para jóvenes con medidas judiciales, algo que fue muy revolucionario para la Polonia de la época. Era una alternativa a los centros de menores, en los que no había plazas. Están en el centro de día de ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde”. Los jóvenes que pasan por el centro presentan diferentes características: el primero es el joven al que el juez dicta estancia en la casa; el segundo es que el 85% de los chicos tiene algún problema psiquiátrico y el tercero es que la ley educativa polaca define la atención personal e individualizada a los alumnos que no pueden acudir a sus centros educativos. “El próximo curso, de los 25 jóvenes, 23 van a tener sus clases en el centro, es la única forma de que terminen la formación básica”.

Casi 40 años cambiando vidas con arreglo a una pedagogía de más de 125 años de historia y con el objetivo de educar a personas independientes y capaces de sobrevivir en este mundo a veces cruel, en ocasiones maravilloso. La adaptación a las circunstancias es la clave.

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