Álvaro Ardura: “Santander debería mirarse en el espejo de Málaga antes de intentar ponerse de moda”
Hace casi una década a este lado del dispositivo coincidimos cn una mesa redonda con Álvaro Ardura, arquitecto urbanista, en una mesa redonda en el Colegio de Arquitectos de Cantabria. Por aquí habíamos terminado de escribir ‘Expulsados’, el libro en el que explorábamos la conexión entre el modelo urbanístico impuesto en Santander tras el incendio del 41, basado en la expulsión de las clases populares, con los procesos incipientes de gentrificación en la ciudad y la redacción del PGOU.
Ardura había escrito ‘First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades’, en el que avanzaba los procesos de sustitución urbana de clases populares por otras más enriquecidas. El trabajo y su repercusión contribuyó a extender y popularizar el término gentrificación más allá de los círculos académicos. Eran los tiempos en los que preocupaba que en Lavapiés se instalara un hotel y un supermercado 24 horas.
Repasar las intervenciones de Ardura en aquella mesa redonda y las previas en EL FARADIO supone emprender un viaje en el tiempo en el que queda constancia, por un lado, de la clarividencia en el diagnóstico, y, por otro, de la dimensión del problema.
Gentrificación: “No podemos esperar a que la situación sea tan grave para actuar”
Gentrificación, cuando se mata la gallina de los huevos de oro
Casi una década después (o dos legislaturas, por hablar en términos políticos), Ardura viaja, invitado por Izquierda Unida a un ciclo sobre ciudad que arranca este viernes a las 19.00 horas, a una ciudad en la que un antiguo mercado municipal, el del Doctor Madrazo, se prepara para acoger un McDonalds, en el que el Centro Botín –entonces apenas unos meses en funcionamiento- está ya a pleno rendimiento y preparándose para ser acompañado por nuevos edificios culturales, como el Archivo Lafuente o el museo del Banco Santander; en el que la imagen de los freetours ha pasado de ser una excentricidad impensable a algo cotidiano y en la que inmobiliarias y fondos comienzan a repartirse el negocio de la vivienda –también la protegida- mientras el rentismo de toda la vida ha evolucionado hacia las viviendas de uso turístico y ya no hace falta estar en el centro o la zona de playas para toparse con un hotel. Abruma decirlo de golpe.
En conversación con EL FARADIO, Ardura recordó que, cuando publicó su libro, el foco estaba aún en la gentrificación clásica, entendida como el desplazamiento progresivo de una población residente por otra con mayor poder adquisitivo.
«LA TURISTIFICACIÓN HA TOMADO EL RELEVO»
Sin embargo, desde entonces el fenómeno se ha transformado de forma acelerada, especialmente tras la pandemia y marcado por el turismo. “La turistificación ha tomado el relevo, con procesos que ya no sustituyen vecinos por otros vecinos, sino residentes por visitantes”, explicó.
Eso tiene consecuencias a la hora regular: antes simplemente había segundas residencias durante varios meses (los vascos que se instalan en Laredo o Noja a partir de primavera, por simplificar mucho) al menos había vecindad y comercio de uso diario, o nuevos vecinos que –a costa de los de antes- pasaban a residir en los barrios.
La turistificación, explicó, tiene características distintas de la gentrificación clásica: “En la gentrificación podías encontrar puntos intermedios, incluso acuerdos implícitos entre antiguos y nuevos residentes. Pero con un turista que viene dos días y gasta más en 48 horas que un residente en una semana, no hay posibilidad de acuerdo”.
Santander, la ciudad del norte con más crecimiento de viviendas turísticas en el último año
Esa lógica está desembocando, según Ardura, en una rotura del contrato social urbano, en el que la ciudad deja de servir a quienes la habitan para volcarse en quienes la visitan.
LA EXPLICACIÓN: UN EXCESO DE LIQUIDEZ QUE BUSCA DESTINO
Según Ardura, esta evolución se ha visto alimentada por un escenario global de exceso de liquidez y búsqueda de activos inmobiliarios “prime”, es decir, viviendas o espacios con alto valor potencial, generando una cadena global de presiones: el dinero latino sobre Madrid y su expulsión de madrileños, o el dinero madrileño en inmobiliarias que encarece los precios en Cantabria.
“Los fondos buscan oportunidades incluso en lugares que hasta hace poco no estaban en el radar. Zonas costeras de Cantabria como Comillas o Ruiloba ya están afectadas”, afirmó, citando ejemplos que conoce de la comunidad en la que prácticamente “medio pueblo ha sido adquirido por una promotora, con un restaurante como gran reclamo”, transformando entornos rurales en “urbanizaciones desconectadas del tejido vecinal”.
EL ESPEJO DEFORMADO DE MÁLAGA
Santander aún no ha entrado del todo en esa dinámica, pero debería actuar con cautela. “Si no se ha puesto de moda, no tratéis de hacerlo. Málaga lo hizo y ya está ‘muriendo de éxito’”. El caso malagueño, detalló, pasó en pocos años de ser un ejemplo incipiente a una ciudad donde incluso el propio alcalde, Francisco de la Torre (PP), ha reconocido que el fenómeno se les ha ido de las manos, con un encarecimiento de precios de la vivienda que ha vaciado amplias zonas de la ciudad andaluza.
La ZDF prepara un documental sobre el momento urbanístico de Santander
Todo sucedió de forma acelerada y es el modelo que muchas veces se invoca desde el Ayuntamiento de Santander como referente, buscando posicionarse en el panorama de los eventos mundiales a base de infraestructuras culturales o la asociación con el Banco Santander.
Este modelo turístico-inmobiliario español, basado en eventos (grandes premios deportivos, festivales…), servicios y rentas del suelo, está desplazando a otros sectores económicos que garantizaban empleo estable, como la industria. “El turismo genera menos empleo sindicalizado y permea menos en la sociedad. La industria genera sueldos mejores, mayor estabilidad y mantiene el arraigo”, argumentó.
NI ECONOMÍA COLABORATIVA NI RIQUEZA PARA PARTICULARES
Todo ha sido posible también por el triunfo de una serie de narrativas que de alguna forma han adulterado el debate público.
Por ejemplo, la que impulsó AirBnb desde su nacimiento, cuando se vinculaba a una especie de “economía colaborativa” en la que residías con los propios propietarios y se parecía tejer alguna alianza. Cuando, replica, en realidad, “buena parte de las viviendas turísticas están en manos de multipropietarios que controlan entre un 30 y un 40 por ciento del mercado”. “Ya no es la abuelita alquilando una habitación, sino multipropietarios que controlan buena parte del mercado”, resumió.
Pero también la que trata de vincular vivienda a ahorro y riqueza para particulares, una rentabilidad que sí notan quienes tienen varias propiedades. Pero «no hay tantos propietarios que tengan más de una vivienda». Todavía hoy «hay mucha gente que piensa que su vivienda es su depósito de ahorros y que en algún momento lo puede hacer fungible e irse al pueblo o retirarse a un sitio más barato», cuando «para la gran mayoría de la gente el inmobiliario tampoco es un incremento de riqueza» y en realidad «tiene mayor valor como bien de uso que como bien de cambio».
NUEVOS PROBLEMAS Y SOLUCIONES
El problema se complica aún más con el crecimiento de otras plataformas como Booking, y con mecanismos opacos como los alquileres de temporada, que en muchos casos sirven para sortear la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) y dificultan el acceso a contratos estables. A juicio del urbanista, es fundamental avanzar hacia un sistema de alquiler permanente que garantice trayectorias vitales estables, similar a lo que sucede en países como Alemania o Austria.
También se refirió a los efectos demográficos y sociales del modelo actual. “Estamos viendo cómo cada vez más gente vive en régimen de alquiler, y hemos pasado del 80 al 70 por ciento de propietarios en pocos años. Esto retrasará aún más la edad de emancipación, reducirá la natalidad y tensionará el sistema de pensiones”, advirtió.
La solución, según Ardura, no pasa únicamente por intervenir los precios, sino por crear un parque de vivienda pública o social estable, que proteja el derecho a la vivienda frente al mercado. “El problema no es técnico, sino de voluntad política y de tiempo. Lo que necesitamos es un ecosistema donde la vivienda no sea el motor de la economía”, concluyó, apuntando como ejemplo la ciudad de Viena, donde una política pública sostenida durante décadas ha garantizado el acceso a la vivienda sin convertirla en objeto de especulación y sin que la ciudad esté compitiendo por situarse en el escenario global de eventos.
📌 ROMPE EL ALGORITMO |
Podemos hablar de turistificación, vivienda y barrios vivos gracias a apoyos como el tuyo.
Súmate y hazte socia o socio por 5 euros al mes.
👉 Hazte socia/o de EL FARADIO
Noticias relacionadas:
- “Al poner la ciudad en el mercado hay muchas personas que pueden sacar partido”
- El reto de defender la ciudad “desde abajo” frente al uso extractivo “insostenible”
- Respeto a la identidad, apuesta por el comercio y la producción local y temor por la gentrificación o el turismo: el modelo de ciudad de los santanderinos