El PP, ¿en su mínimo histórico?

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El Partido Popular tiene por delante épica. Porque épica puede ser la derrota, o épica puede ser la resistencia. 

Por primera vez se plantea seriamente la posibilidad de perder uno de sus principales bastiones electorales: la fortaleza de Santander. 

Gema Igual se puso de lado cuando Pablo Casado puso a dedo a Ruth Beitia como candidata y ninguneó a Buruaga. Esta ha sido la última división en el PP.

La legislatura del METROTUS, de los problemas con las basuras, de los sobrecostes del agua, de los concursos polémicos como Parques y Jardines, de las irregularidades en la contratación, de la concejala que metió la mano en la caja, de los ridículos a nivel de imagen, de la página web traducida en Google, del pinchazo de David Guetta, del incendio en el MAS…  

La legislatura que supuso el relevo (a mitad de legislatura) a dedo en el liderazgo, de la salida precipitada de Iñigo de la Serna a la herencia envenenada que ha puesto a Gema Igual y los suyos al borde del precipicio.  

Así que hay un primer PP, el de Santander, que afronta la noche con miedo al fantasma de Rita Barberá, por aquel “vaya hostia”, cuando cayó Valencia en las elecciones de 2015. Miedo a irse a la oposición, sin partido por cierto, porque el PP de Santander no existe; existía, hasta esta noche, el PP en el Ayuntamiento. 

Y está el PP de Cantabria que, en coordinación con el desmoronamiento nacional, no lo podía haber hecho peor para cosechar esta noche el resultado más adverso de su historia. El Congreso de marzo de 2017 dividió en dos al partido y, sin mediación posible, el liderazgo de María José Sáenz de Buruaga no ha dejado de estar cuestionado. Primero, por las encuestas en las que se preguntaban por alternativas. Después, la designación humillante de Ruth Beitia en un intento de Pablo Casado de ningunear a su presidenta. Finalmente, tras unos días de sonadas meteduras de pata, Beitia renunciaba a la carrera electoral y Génova se decidía, de rebote, por la candidata que despreció.

Los fichajes en la lista, entre ellos el más destacado, el del expresidente de la patronal Lorenzo Vidal de la Peña en el número 2, no parece que puedan detener la hemorragia de voto. Ni siquiera Pablo Casado parece muy dispuesto a colaborar, en un territorio que le fue hostil en el Congreso Nacional. Aquí el PP es Sorayista. 

Así que el PP tiene varios castigos por delante: 

  • El de su votante que se ha ido escandalizado por la corrupción nacional.
  • El de los dieguistas a los buruaguistas.
  • Y el de los sorayistas a los casadistas.

Incluso hay una disputa renovada pero latente, entre Gema Igual y Buruaga, que no podrá olvidar cómo la alcaldesa se puso de perfil cuando Génova designó a Ruth Beitia. 

A todo esto, el PP perdió las elecciones generales en Cantabria, por primera vez desde el felipismo. Y, además, suma dos amenazas más: la pujanza nacional de Ciudadanos y la incógnita de VOX.  Con una esperanza, eso sí: que vuelvan aquellos que votaron a Abascal el 28A y se quedaron frustrados porque no sirvió de nada. 

Eso y las encuestas, que le dan una resistencia que no demostró hace cuatro semanas. Para bien o para mal, épica será la noche en Joaquín Costa. 

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