Cantabria, 1994: cuando se rompió el silencio

La asociación ALEGA celebra sus 25 años de lucha con el recuerdo de las victorias del colectivo LGTBI y el miedo al retroceso en sus derechos
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Hace un cuarto de siglo Amistades Peligrosas todavía se hacían “tanto bien”, Revólver se preguntaba «si es tan sólo amor” y reinaban los New Kids on the Block, Laura Pausini empezó sus 25 años de soledad, y Celtas Cortos o Roxette ensayaban clásicos con vistas a futuros revivals.

Eran años de estertores políticos, el de Juan Hormaechea o el de un Felipe González que vivió la resaca más desagradable de la historia tras los fastos de Barcelona y Sevilla; mientras que en deporte eran tiempos más gloriosos para un Racing o un Teka que nos dieron años de alegrías.

No había Internet, apenas móviles, En la tele daban Melrose Place y en una serie en la que los personajes debían actualizar un cuadrante para estar al tanto de con quien se habían liado o no de la comunidad de vecinos (la nuestra no es así), pero al personaje gay le volvían la cámara justo en el momento en que iba a dar uno de los escasos besos en la boca.

Y eso era parte del problema de los años grises a los que sólo quieren volver los que no los sufrieron: en los bares en los que poder conocer gente como uno para los que eran diferentes había que llamar al timbre como medida de seguridad para evitar problemas. No se veían parejas del mismo sexo por la calle, y alguien al que “se le notara” se arriesgaba a causar un disgusto a su familia o a recibir insultos. Y esa era la opción por la que dar las gracias, que estaban las agresiones físicas, más frecuentes que ahora, o las familias que echaban a sus propios hijos de casa.

Así que había que hacer lo que toca cuando hace frío: juntarse con los tuyos y abrigarse, con el objetivo de poder volver a salir a la calle.

Charly Montenegro y Eduardo Zamanillo, entrevistados en EL FARADIO en ARCO FM

 

Si os decimos Juan Carlos Montenegro puede que no os suene nada, quizás a personaje de culebrón, tal vez un vizconde exótico. Pero tal vez caigáis más en la cuenta si os lo imagináis al otro lado de una barra y penséis en Charly Canela haciendo gala de su estilo provocativo.

Tal vez no fuerais asiduos de la lectura de la prensa y por eso no os suene de por lo que gente como él o Eduardo Zamanillo son conocidos en los círculos asociativos: fueron, junto a más gente, fundadores y rostros de ALEGA, la asociación que representa a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en Cantabria, y que esta semana celebra su 25 aniversario.

Todo empezó, de algún modo, en Londres, donde Charly pasó una temporada y estuvo en contacto con colectivos LGTBI y de apoyo a personas con VIH.

A la vuelta, este carácter guerrillero –paradójicamente, venía del movimiento objetor de conciencia, porque en los 90, aparte de ponchos, petos y Ace of Base, había mili- pensó en que Santander debía tener algo así, como han recordado esta mañana ante los micrófonos de EL FARADIO en ARCO FM los propios Charly y Zamanillo.

Montar una asociación –aunque ya había antecedentes de grupos LGTBI en Cantabria— era menos fácil entonces, porque teníamos Aerosmith y teníamos botas Martins, pero no teníamos móviles ni páginas de Facebook. Otro de los fundadores fue localizado porque repartía folletos en los bares, por ejemplo, y crearon un apartado de correos –todavía existe- en el que recibían historias de los posibles socios. A veces eran meros desahogos de gente que ni podía llamar por teléfono por el miedo a que una rápida búsqueda en las páginas blancas revelara que se había llamado a la asociación “de los mariquitas”. No es un ejemplo exagerado: alguno de los activistas de la época tuvo que acoger en su casa a chavales a los que les habían echado sus propios padres, incapaces de aceptar a sus hijos.

En la Santander donde el todos primos era mucho más literal, donde se acumulaban los chistes y las pintadas –los insultos, el ostracismo en aulas y calles-, en una Cantabria menos conectada, en muchos sentidos, que hoy, encontrar alguien podía suponer un tesoro más valioso que una veta de oro. Eduardo y Charly recuerdan a una chica lesbiana, ganadera, del sur de Cantabria, que no podía ir a las reuniones, pero a la que le valía llamar por teléfono para saber que había al otro lado alguien “como ella” con el que hablar y que le recordara que no estaba sala en esa acera del mundo.

La receta para no estar solos es tan sencilla como difícil: no estarlo. Y las primeras generaciones de ALEGA encontraron eco en el resto de movimientos asociativos de la época, como ACCAS, el feminismo, las asociaciones juveniles…, muy nucleados en torno a un activo Consejo de la Juventud cuyas instalaciones servían de sede, contribuyendo, de paso, a reducir el efecto de que te vieran entrar allí porque podías estar yendo a otra asociación o actividad.

Hubo cosas: su revista (una hoja doblada, al principio), la ‘Gayceta’, acciones de educación sexual, y concentraciones para preparar el Orgullo, lejos aún de las manifestaciones, con incluso una carroza por el centro de la ciudad. No ha sido hasta hace dos años en que los avances han constatado que la ciudad estaba lista para acoger algo totalmente natural en otras ciudades españolas y del mundo. Lo anormal y lo raro era no tenerlo. Eduardo Zamanillo se emociona un poco al pensar que él fue de los que participó en sembrar la semilla que permitió que esto pudiera pasar, que llegara el siglo XXI.

Por supuesto, todo era más difícil: había que atreverse a poner la cara en las ruedas de prensa y salir en el periódico, había que sufrir insultos y estaban las dudas de si, en los tiempos en los que las fotos con banderas arcoíris se rehuían en lugar de buscarse, las instituciones que les recibían, con educación y amabilidad harían algo más que cumplir con los parámetros de la educación. Todavía recuerdan el sí del PRC a una Ley de Parejas de Hecho que luego, a la hora de la verdad, es decir, el día de votar, se convirtió en un no pese a que en las filas regionalistas había quien sabía por su familia los problemas que tenía el colectivo.

El colectivo, con el gran logro legal –refrendado por la Constitución– del matrimonio entre personas del mismo sexo –común en cada vez más países de nuestro entorno– está ahora pendiente de si a la segunda tramitación de la Ley LGTBI va la vencida: la otra vez, la legislatura pasada, no pudo ser porque se atascó en los despachos y después el PRC y Ciudadanos sumaron más coches al atasco.

Y urge, recuerdan: hay menores trans que sufren problemas de acoso en el colegio. Menores como la niña de Reinosa cuya historia cuenta Richard Zubelzu en un documental. El apoyo de su abuela en el proceso naturaliza el proceso, y eso, la normalidad y el apoyo de la familia, es precisamente lo que hay quienes no quieren que trabajos así puedan verse en los espacios de todos, como el Centro Cultural Doctor Madrazo en el que se proyectó la película.

A Charly, Zamanillo y muchos otros con experiencia les da un poco de pereza el tener que volver a los mismos debates: ese “matrimonio viene de madre” que se responde por sí solo con un “salario viene de sal”, esas terapias para «sanar» (sic, supersic) la homosexualidad y ese no sacar sus vidas ni a las calles ni a los espacios de todos.

Les daría pereza, si no fuera porque en el fondo da miedo lo que consideran actitudes “miserables” y que llevan a la exclusión de los que son diferentes, convertidos, por perversión del lenguaje, en unos supuestos beneficiados y privilegiados.

Porque lo que algunos consideran orden esconde lo que ellos recuerdan de gente con nombres y apellidos: violencia, soledad y aislamiento, insultos y hostias, ciudadanos de segunda. Y a estas alturas todos saben que aunque 25 años después, Laura Pausini siga cantando, la soledad no puede volver a sonar.

Foto: Violeta Atienza

 

 

(La celebración de los 25 años de ALEGA será este viernes en la Sala Queen (antiguo Dragon), a partir de las 20.00 horas. Habrá una mesa redonda con presidentes y presidentas de la asociación, en la que se hará un recorrido a la historia LGBT de Cantabria, y después una fiesta, que incluye las actuaciones de Kiny Kinientos y Las Fellini).

 

 

 

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