Aunque hay debate sobre si priorizar la salud o la economía, los profesionales e investigadores de economía de salud están acostumbrados a conjugar variables más relacionados de lo que se trata de presentar.

Es lo que apuntaba David Cantarero, profesor de la Universidad de Cantabria, responsable del Grupo de Investigación en Economía Pública y de la Salud de la UC y experto dentro del grupo de la desescalada constituido por el Gobierno de Cantabria en su intervención en un webinar organizado por el Colegio de Médicos de Cantabria.

David Cantarero

“Poner a los asintomáticos a trabajar puede perjudicar a la salud, pero confinar a muchos deja a muchos sin trabajar”, explicaba, incidiendo en que dentro de los modelos estudiados se encuentran un confinamiento total que supondría un “colapso económico” o una apertura total basada en criterios económicos que desembocaría en un “colapso pandémico”.

Partiendo de varias premisas, como que “el confinamiento salva vidas” o de que la cuarentena tiene consecuencias económicas, se trata de trabajar teniendo en cuenta algo que los economistas de la salud están acostumbrados a evaluar: “que cada decisión que tomamos tiene un costo de oportunidad, incluso cuando no decidimos”.

Frente a estos modelos extremos, Cantarero apuesta por fórmulas intermedias, a falta de vacunas que eliminen la enfermedad, de test masivos para identificar a toda la población y de ausencia de inmunidad de grupo –los índices de prevalencia entre los profesionales sanitarios están resultando bajos–(incluso de otros elementos que echa en falta como las apps o el recurso a rastreos de los contactos, que es lo que más están echando en falta investigadores y sanitarios.

Desde la consideración de que “con alta probabilidad, habrá rebrotes en Cantabria”, el trabajo se centra en crear modelos que puedan adaptarse a una información sanitaria que además es cambiante.

En cualquier caso, Cantarero recalcaba que el coste económico del confinamiento es “mucho menor” que el de los fallecimientos evitados con esta medida, y añadía que se aspira también a incorporación al mundo del trabajo porque eso es bueno para un sistema sanitario al que genera recursos: “cuanto menos recursos económicos, menos capacidad de financiacion sanitaria”, resumía.

Con todas estas bases previas, algunas de las ideas que introduce para la desescalada en Cantabria incluye la desescalada por edades, por sectores económicos e incluso por segmentación geográfica.

Desde esta perspectiva, plantea un escenario en el que el desconfinamiento empezara por la industria, la construcción o los servicios sanitarios; para seguir en una segunda fase con el comercio, la actividad inmobiliaria o los sectores agrarios, y acabar en una tercera con hostelería, administración y eventos culturales y espectáculos.

En general, el asesor del Gobierno autonómico en el Comité para la Desescalada –que ya ha estudiado desde su grupo el impacto del coronavirus en la economía,  (1 y 2)– recalca que hay que “teletrabajar más” y proteger a los mayores, que presentan más riesgo y letalidad.

Mezclando estos criterios de sectores, edad o geografía de forma adecuada y combinando con criterios epidemiológicos, se podría llegar a desconfinar a un 98% de la población activa.

“El riesgo cero no existe, pero jugaríamos con ello para que la hibernación no fuera completa”, explicaba, agregando que no es cuestión de “minimizar las olas” –de cuya llegada no se duda–, sino de “intentar que la segunda ola sea después del verano”

Será un proceso en el que habrá que ser flexibles, creativos y activos, con una “contención constante adaptiva” que permitan minimizar los impactos económicos y dotarse del escudo social.