Día del Cooperante: “No basta con voluntad y el corazón grande, hay que ser profesional”

La empatía de cinco cooperantes contada por Adelaida (India), Amaia (Mozambique), Cristina (Mauritania), Moustapha (Mali) y Javier (Burkina Faso), rostros del compromiso de medicusmundi con las poblaciones más vulnerables.
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Aproximadamente 2.800 cooperantes españoles trabajan en 96 países para construir un mundo más justo, según cifras de la Agencia Española para la Cooperación de 2019. Y de ellos unos 2.000 trabajan en ONGs dedicadas profesionalmente a la cooperación internacional.

Según un estudio realizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) en 2019: su porcentaje más amplio son mujeres mayores de 35 años trabajando en proyectos en África. Estamos ante un sector que desde hace años cuenta con más mujeres que hombres. En medicusmundi, que es miembro de la Coordinadora Cántabra de ONGDs,  de los 11 cooperantes, 7 son mujeres.

El Día mundial de la Cooperante 8 de septiembre se hizo coincidir con la Declaración del Milenio de Naciones Unidas, en la que 189 Jefes de Estado se comprometieron a cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio).

Cinco trabajadores de medicosmundi, que han cruzado fronteras para desarrollar su labor sanitaria y humanitaria nos cuentan su propia historia. Cuatro desde África y una desde Asia.

TODAS LAS MISIONES DE AMAIA

Amaia Laforga

“Yo no estudié para ser cooperante. En la vida se evoluciona personal y profesionalmente. Después de 30 años de vida laboral y más de 20 en cooperación internacional, te aseguro que no lo decidí. De repente eres cooperante y no sabes porqué pero sigues, no quieres renunciar ni cambiar de vida. Los valores, forma de ser y de ver la vida te empujan hacia la cooperación. Y la vida internacionalista engancha”, nos comenta Amaia, que durante sus estudios de nutrición y dietética en la universidad, aprovechaba las vacaciones para saciar sus ganas de compromiso social.

Después colaboró con una asociación que hacía campañas sanitarias durante la guerra de Yugoslavia y con brigadas sanitarias que ayudaban a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

«Eran los años 90 y ya está tomando un gran protagonismo la cooperación. Decidí formarme porque no bastaba con tener voluntad y el corazón grande, había que ser profesional. Y desde entonces son 25 años en diferentes países, continentes y misiones y, además, otros dos posgrados y dos másteres”. Amaia pasó de activista y militante por el derecho a la salud con poblaciones vulnerables y víctimas de la guerra a Representante de País en Mozambique con medicusmundi Mediterrània.

EL TESTIMONIO DE ADELAIDA

Adelaida García Codina, actualmente en la India con medicusmundi Gipuzkoa, considera que esta profesión tiene un alto grado de complejidad. Está vinculada a contextos socioculturales muy diversos que difieren totalmente de nuestra sociedad de origen y suelen enfrentarse a realidades difíciles y duras que muestran de cara la crueldad de las injusticias existentes a nivel mundial. “Mi función como cooperante, fiel a mis propios principios y a los valores de medicusmundi, es trabajar de forma totalmente profesional con las entidades locales para mejorar las condiciones de vida en la defensa de la salud y en el acceso a una atención sanitaria de calidad”.

EL COMPROMISO SOCIOPOLÍTICO DE CRISTINA

Para Cristina Orti no fue fruto de una decisión consciente, sino que fue su experiencia personal y compromiso sociopolítico lo que la llevó de manera inconsciente y casi por casualidad a encauzar su vida en el mundo de la cooperación.

De hecho, ella estudió Gestión y Administración Pública y cursó estudios de antropología social y cultural. Pero a la primera oportunidad que se la presentó en su vida, la aprovechó y participó de manera voluntaria en el programa de jóvenes cooperantes de la Junta de comunidades de Castilla La Mancha, en República Dominicana. Lo que la empujó a especializarse en cooperación al desarrollo y género. A partir de esa experiencia, en el año 2002, su vida siempre ha estado ligado de manera personal y profesional a la cooperación al desarrollo.
Mosutapha: un viaje de ida y vuelta

La prueba de que la formación para ser cooperante puede ser muy variada es Moustapha Diouf, coordinador del convenio que AECID financia a medicusmundi en Mali. Senegalés de nacimiento, se doctoró en biomedicina y tiene un máster en cooperación internacional y otro en cirugía y medicina tropical. Tras formarse durante más de 10 años en España, trabajó en varias organizaciones hasta que terminó en medicusmundi. “Nací y crecí en un país receptor de ayuda al desarrollo, pero me formé y crecí profesionalmente en Europa, de donde proviene una parte de esta ayuda. Esta trayectoria me habilita para ser útil en el ámbito de la cooperación Internacional, ya que me he familiarizado con los dos mundos en términos económicos, sociales y culturales. Por eso creo que estoy en mi mejor momento para aportar mi experiencia puesto que conozco ambas realidades”, explica.

JAVIER Y LA CURIOSIDAD

El caso de Javier Ruiz Sierra es completamente diferente. Con formación en derecho, entró en el sector a través de un programa de cooperantes del gobierno vasco hace 20 años.

“Creo que para entrar en la Cooperación hay que tener una vocación y una motivación particular, y entender el mundo desde una perspectiva de justicia social y visión solidaria. Sin embargo, esto no es suficiente y un cooperante está cada vez más formado y más especializado. En la implantación de un proyecto existen aspectos técnicos, de gestión de grupos muy diversos o de conocimiento del terreno que hay que dominar”.

Javier es responsable de la coordinación de proyectos en Burkina Faso para medicusmundi Sur. “En mi caso siempre he sido muy curioso y fui descubriendo que la cooperación era una manera de integrarse en otras realidades y compartir sus problemas, sus inquietudes y sus intereses. De esta forma se convirtió en una vocación donde intenté trabajar y fui persistente hasta lograrlo”.

Profesionalmente le ha aportado tener una visión más global del mundo en el que vivimos y comprender conceptos como la migración o las injusticias sociales desde otras perspectivas. Y añade “mi aportación y la de los cooperantes contribuyen a la propia existencia de la cooperación internacional al desarrollo y es absolutamente necesaria para la sociedad desde una perspectiva económica y social, aunque también ha sido criticada muchas veces por su falta de eficacia”.

No obstante, rechaza la idea de dar un valor a la profesión mayor que el que tiene en comparación con otras profesiones. “La profesión de panadero, agricultor o cartero, por ejemplo, aportan a la sociedad beneficios tan positivos como la de cooperante. Y un cooperante no es una mejor persona que las anteriores simplemente por trabajar en un país en desarrollo. Sin embargo, nuestra profesión nos permite visualizar de manera más directa la existencia de la pobreza absoluta que afecta a muchas personas, y empatizar con ellas. De esta empatía surge la satisfacción de observar las consecuencias de las intervenciones donde trabajamos en el bienestar de las personas o la frustración de la percepción de la dificultad de un cambio mucho más profundo, acuciada por un mundo ciego con discursos absolutamente equivocados”.

UN TRABAJO CON RIESGOS

El desarrollo de su trabajo en zonas de conflicto, en países sin estabilidad política o en áreas más sensibles a desastres naturales, hacen del día a día de los cooperante un reto permanente, donde el miedo, la frustración y la satisfacción se intercalan a partes iguales. En lo que están todos de acuerdo es en que es necesario adoptar una aptitud resiliente para poder hacer frente a los retos y sobreponerse a los malos momentos y a las situaciones adversas.

Con todo, lo que les resulta más duro es la distancia de sus referencias, el desarraigo. La ausencia de la familia, de los amigos o de los espacios que has compartido a lo largo de la niñez y juventud te obligan a adaptarte rápidamente a tu nuevo contexto y a sentirlo como parte de tu vida. Esta capacidad de adaptación que se adquiere es precisamente la mayor consecuencia positiva de ser cooperante expatriado.

Javier Ruiz se reconoce como un hombre afortunado, pues no todos los cooperantes están en su país de destino con la familia: “Soy papá de una hija de 7 años que siempre ha vivido conmigo en África. He sufrido opiniones de todo tipo, tanto los que critican con argumentos de que los continuos cambios de entorno perjudican a mi hija como los que valoran su multiculturalidad. Supongo que es pronto aún para poder conocer las consecuencias pero hasta ahora estoy muy satisfecho de los resultados. Es indudable que la sociedad africana tiene una relación muy diferente a la nuestra con los niños. En África los niños sencillamente no molestan a nadie. Pueden gritar, saltar, correr sin que nadie lo considere inapropiado y sin que nadie te haga el menor reproche».

La vida marcadamente comunitaria permite que su hija pueda entrar o salir en las casas de los vecinos con niños de su edad con absoluta libertad.” Al mismo tiempo, procuro que nunca pierda los lazos que ella pueda tener con España y las personas de allí que la quieren. Esto sería perder parte de sus referencias y creo que podría ser perjudicial para ella. En África, por otro lado, ella es una niña blanca y me preocupan los prejuicios que esto puede generar especialmente en las relaciones sociales que ella pueda crear con el tiempo”.

La esposa de Moustapha también le ha acompañado por temporadas, pero la realidad es que la disponibilidad casi total para el trabajo y los desplazamientos en el marco de misiones sobre el terreno no facilita la reagrupación familiar.

Cristina tiene un hijo de 5 años y tanto su pareja, su padre, como ella se dedican profesionalmente al mundo de la cooperación. La conciliación familiar y laboral en esta situación, en la que constantemente están sometidos a cambios de contexto, cambio de vida y hay bastante inestabilidad laboral no es fácil. “Desde mi punto de vista la maternidad, además, supone una dificultad añadida, generando una desigualdad de género indiscutible” comenta.

“Mi experiencia personal, alimentada por la experiencia de la mayoría de compañeras de profesión de mi entorno más cercano, me ha enseñado que en el momento que asumes la responsabilidad de ser madre, supone un hándicap para trabajar en determinados contextos y para más organizaciones de las que sería deseable. Afortunadamente no es el caso de medicusmundi, que tiene en cuenta de manera real y efectiva la igualdad de oportunidades y asegura, en la medida de lo posible la conciliación laboral y familiar. Esta situación, sin embargo, afecta de manera diferente cuando se trata de la paternidad”. En este momento su familia está también en Mauritania, pero no siempre han tenido la oportunidad de poder estar en terreno en familia. De hecho, es la primera vez desde que nació su hijo que ambos están trabajando en el mismo país, en este caso, además para la misma organización y en el marco del mismo proyecto.

Otro freno para muchos cooperantes a la hora de desplazarse con la familia es la posibilidad, o no, de disponer de cobertura sanitaria. En junio el Ministerio de Exteriores ha comenzado a negociar que el seguro de salud que tienen los cooperantes de cobertura también a sus familiares, una de las reclamaciones históricas del sector.

Los cooperantes cuentan con un marco normativo donde están regulados sus derechos y obligaciones: el Estatuto del Cooperante. Aunque ya en 1998 la Ley de Cooperación Internacional para el Desarrollo estableció la obligación de crearlo, no fue una realidad hasta 2006, gracias a una antigua reivindicación de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo de España. Por primera vez se reconocían las circunstancias especiales en las que trabajaban, aspectos sustanciales de su actividad, los derechos y deberes específicos que les corresponden como cooperantes como puede ser la formación, la homologación de servicios prestados o el régimen de incompatibilidades.

LOS TRABAJADORES LOCALES

Los olvidados dentro de la cooperación son los trabajadores locales, personal esencial e imprescindible en cualquier equipo de trabajo en terreno. Sin ellos, la cooperación internacional para el desarrollo sostenible no sería lo mismo ni seguramente viable. Su labor entre muchas otras responsabilidades, es hacer de puente entre la población y las cooperantes expatriadas, sobre todo cuando llegan por primera vez y no tienen experiencia.

Moustapha

Moustapha lo explica así: “Los trabajadores locales son los conocedores de la cultura africana, idiomas y realidades sociales, lo que le da mucha ventaja frente al personal cooperante expatriado que llega sin experiencia país. Así que es imprescindible su labor para sacar adelante los proyectos y para llegar a zonas donde en ocasiones por seguridad los cooperantes no pueden llegar. Además, son ellos y ellas quienes dan sentido al concepto de desarrollo local pues requiere de una construcción colectiva a nivel local, así como la aceptación y apropiación por parte de las personas beneficiarias”.

Adelaida también nos explica que sus propuestas de proyectos nacen de las entidades socias locales con las que colaboran; organizaciones que conocen bien la situación, las necesidades de la zona y de su gente, su lengua y costumbres; algo realmente imprescindible en un país con tanta diversidad y socioculturalmente tan rico y complejo como es India.

Pero en lo que todos coinciden, y explica claramente Amaia es que “nuestro trabajo no depende de nosotras, depende de las personas que nos rodean, más lejanas o más cercanas, pero de las personas de nuestro entorno vital: de nuestro equipo, de nuestros compañeras y compañeros de sede, de profesionales de otras ONG y agentes de cooperación, de profesionales locales y de gobiernos locales. ¡No trabajamos solas!!»

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