Morales y Leonora

En el décimo aniversario de la muerte de la pintora Leonora Carrington, María Toca recuerda la tortura médica que sufrió en el sanatorio del doctor Morales
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En 1940, Hitler campaba por Europa cumpliendo sus sueños de bombardear Londres, llegar a París y ordenar al mundo que se plegase ante su bota. En España la guerra había acabado un año antes y el fervor germanofilo era intenso. Nadie dudaba de que el III Reich gobernaría el mundo y la  Nueva España sería su fiel aliado.

En Santander el verano transcurría con temperaturas templadas, que hacían llevar a las dulces niñas bien la rebequita por la noche,  la decencia por bandera y una fe inquebrantable en Dios, el Caudillo y el Fhürer don Adolf. El hambre y la precariedad se abatía por los barrios de la ciudad, llegando incluso hasta los más opulentos que se aprestaron a combatir los años duros con la confianza de que bien arrimados al poder, fieles a las consignas diseñadas por la Nueva España, resolverían los desmanes vividos en la dura postguerra. Los fuertes vencedores de la guerra civil afilaban sus garras para la reconstrucción y con ello, renacer con el negocio que suponía.

Mientras ese mismo año la mampostería de Ciriego sujetaba las balas que saltaban de los cuerpos fusilados. También se mataba a garrote, en concreto el 16 de Abril de 1940, a Amós Campano (31 años) y el 29 de Agosto, a Manuel Obeso (33 años) Por rojos, claro está. O por cualquier motivo que  la autoridad competente indicara.

Las burreras de la calle Lealtad seguían apaciguando sus borricas, el puerto amarraba la flota pesquera. Aun el fuego no había diezmado la ciudad y el verano se padecía o se disfrutaba como se podía. Mal para muchos, con variada esperanza, para pocos.

Tiempo antes, en 1907, había nacido un chico hijo de buena familia ya que  su padre era psiquiatra, profesión que heredaría como en las buenas familias. Don Luis Morales, se llamaba. Estudió, como es preceptivo, Medicina en Zaragoza, para ampliar la formación, el padre,  que soñaba con un futuro glorioso para el muchacho, lo envió  a Suiza y a Alemania, donde completaría sus estudios de psiquiatría aprendiendo con los mejores. La escuela alemana de psiquiatría que también visitaron los insignes, Don Luis Vallejo Nájera y Don Juan José López Ibor, sí, el del gen rojo que promovía la adopción de niños nacidos de mujeres rojas por familias normales a ver si con una educación nacional- católica perdían el malévolo gen rojo procedente de las madres. El promotor de los primeros robos de bebés. El mismo.

Nuestro chico, don Luis Morales, compartió mesa y mantel con otro insigne psiquiatra, el doctor Menguele promotor de los experimentos más terroríficos que se pueden conocer en los campos de exterminio nazis. Tampoco le echemos muchas flores porque los tres españoles no le fueron a la zaga en sus respectivos cometidos una vez que tornaron a la patria.

Don Luis Morales, estuvo un tiempo de director de un hospital en Zaragoza y más tarde en plantilla en el prestigioso Santa Isabel de Leganés. Las influencias paternas no llegaron para promoverle al ser prohombre de la psiquiatría en España, como a  López Ibor y Vallejo Nájera, quizá más aventajados.  Se ve que no debió encajar  bien en los aledaños del poder por lo que el padre hubo de traerlo a la mansión palaciega que la familia Morales poseía en Santander. Más de 1.700 metros cuadrados con especies arbóreas increíbles que cayeron por obra impía de la piqueta de los años sesenta y setenta para hacer el espanto que hoy llamamos Cazoña.

En el caserón, digno de  Manderley, se asentaba la clínica psiquiátrica del doctor Morales. Lógicamente, a su llegada  se puso en práctica de inmediato lo aprendido en Alemania. Se efectuaban los mejores tratamientos, los más vanguardistas hasta que  tomaron justa fama entre las elites europeas.  Moda entonces eran las inyecciones de aguarrás, los bombeos espinales, las leucotomías (las lobotomías llegaron un poco después) y los electroshocks que eran un poco desagradables porque al convulsionar con ímpetu se rompían los huesos. Era mucho más factible provocar los choques de convulsiones con  cardiazol, que era un fármaco impetuoso en sus efectos pero más seguro que la electicidad.

Toda la sádica  modernidad alemana en la clínica santanderina del doctor Morales.

Poco tiempo antes, como decíamos, en su avance europeo Hitler va dejando un reguero de víctimas a su paso. Una de ellas es Marx Ernst pintor surrealista y amante/pareja de la joven pintora, también surrealista, Leonora Carrington. Viviendo el éxtasis de su amor, Ernst es detenido por los gendarmes de Vichy y la joven entra en crisis existencial decidiendo venir a España en busca de un salvoconducto que salve a su amado.

En Madrid, la conducta errática de Leonora la lleva de noche al parque del Retiro donde la “cazan” una manada de Requetés que la violan durante horas. Leonora es hija de una adinerada, burguesa y conservadora familia inglesa. El padre es propietario  de la Imperial Chemicals, extiende sus alas para intentar atraer a Leonora por el buen camino dejándose de aventuras europeas y surrealistas. Ernst es casado, que una joven de 21 años abandone el hogar para cumplir sus sueños de ser pintora y se lie en Francia con un cuarentón no entra en los planes de papá Carrington  por lo que  busca la forma de que entre en razón.

Envía emisarios cargados de Lumival, medicamento que produce una especie de muerte temporal  y de anestesia que es inyectada en la columna vertebral para producir el rigor mortis. De esa forma Leonora Carrington llega ese mes de Agosto a Santander, a la clínica del doctor Morales. Se escogió este recinto por su confortabilidad, el prestigio internacional y la extensión magnifica de la finca que puede pasearse a caballo, animal que Leonora adora.

Durante un tiempo impreciso, que luego nos cuenta la misma Leonora en su libro Memorias de Abajo y muchos años después, La casa del miedo, la mantienen en la sala Covadonga. Mejor dejo que nos cuente ella como fue su experiencia:

En «Covadonga»-así llamaban al pabellón donde encerraban a los locos más peligrosos, tomaba el nombre de una hermana del doctor Morales, muerta- me arrancaron brutalmente las ropas y me ataron con correas, desnuda, a la cama. […] No sé cuánto tiempo permanecí atada y desnuda. Yací varios días y noches sobre mis propios excrementos, orina y sudor, torturada por los mosquitos, cuyas picaduras me pusieron un cuerpo horrible: creí que eran los espíritus de todos los españoles aplastados, que me echaban en cara mi internamiento, mi falta de inteligencia y mi sumisión. La magnitud de mi remordimiento hacía soportables sus ataques. No me molestaba demasiado la suciedad. (Carrington, 1995 [1943], pp. 22-23).

Una nueva época empezó con el día más negro y terrible de mi vida. ¿Cómo puedo hablar ahora de esto, cuando me da miedo sólo pensarlo? Siento una angustia terrible, aunque no puedo seguir viviendo sola con ese recuerdo… Sé que una vez que lo haya escrito me habré liberado. Pero ¿podré expresar con meras palabras el horror de aquel día? (Carrington, 1995 [1943], p. 30)

Según nos  cuenta el doctor Morales en un artículo publicado en el País en ¡ojo a la fecha! el  18 de Abril de 1993 (ya tuvo tiempo don Luis para revisar sus tratamientos…y pedir perdón por ellos) que con solo tres cocteles de cardiazol, Leonora se salvó convirtiéndose en una persona “normal” Nos lo confirman sus propias palabras en entrevista concedida a nuestra querida Rosa Pereda.

Según don Luis, fueron sin duda sus terapias las que hicieron  a Leonora que fue en el futuro. Les rogaría que leyesen los libros escritos por ella para conocer su versión de los hechos. Dejo solo, como muestra unas palabras suyas:

“me confesé a mí misma que un ser lo bastante poderoso como para infligir tal tortura tenía que ser más fuerte que yo; admití la derrota, mía y del mundo que me rodeaba, sin esperanza de liberación» (Carrington, 1995 [1943], p. 32).

 «Podían hacer lo que quisieran conmigo: me mostré obediente como un buey» (Carrington, 1995 [1943].

El terror vivido en el caserón de don Luis debió ser grande porque en cuanto consiguió recuperarse (evidentemente no por el cardiazol, sino por la fuerza de su mente y el amparo que los sueños surrealistas la concedían) huyó hasta Lisboa donde la esperaba su querido amigo Renato Leduc que tuvo a bien casarse con ella para liberarla de la tutela paterna. Por si no lo recuerdan, las mujeres hasta entrados los años 80 pertenecíamos al padre o al marido. Éramos consideradas menores de edad sin capacidad ni discernimiento para viajar, elegir profesión o lo que fuera.

Con el certificado de matrimonio en la mano, Leonora huyó a México donde vivió hasta su muerte en 2011, creando una insigne obra, casándose ya con ganas y teniendo unos hijos sanos y fuertes.

Durante su estancia en Santander pintó varias obras, algunas, suponemos,  están en  propiedad de la familia Morales puesto que se las quedó el doctor. Otra se ha intentado subastar hace un tiempo por un merchante londinense. Down Below se llama la perturbadora obra, donde figura el caserón Morales con su figura fantasmal. Fue un regalo que le hizo al amigo que la salvó la libertad y posiblemente la vida, Renato Leduc. Pensamos que bien podría nuestro Ayuntamiento pujar por la obra para tenerla entre nosotras. Quizá como honra a la pintora y como desagravio.

La trayectoria de don Luis Morales y de su clínica siguió durante muchos años adelante en nuestra ciudad. Tuve ocasión de conocer a gente que vivía en las inmediaciones del caserón que me contaron, aun sintiendo el pavor que les produjo en su momento, los alaridos que los “locos” daban a toda hora. ¿Qué terrores se vivieron detrás de esos muros? La tenebrosa historia de unos médicos sin control con idearios enloquecidos realizando cualquier experimento con personas abandonadas de la sociedad, sería para elucubrar historias truculentas.

Años después el doctor Morales, como autoridad máxima de la medicina psiquiátrica recibió la encomienda de verificar las apariciones de Garabandal, entrevistándose con las santitas y analizando  la controvertida situación de los éxtasis que las pastorcillas después de robarle al maestro las manzanas de su árbol (no pensemos mal, que dicen que eran manzanas, no hongos) sintieron.  Las apariciones tuvieron lugar entre 1961 y 1965, se desarrollaron con contradicciones, negaciones por parte de alguna santita y  vidas al margen de todo, en tres de ellas, casándose con norteamericanos y una viviendo en Asturias. El doctor Morales certificó, sin ninguna duda, que todo era histeria y que no encontraba nada sobrenatural en los hechos acaecidos en Garabandal.

El tiempo pasó, su esposa, veinte años más joven que él, enfermo de cáncer padeciendo enormes dolores cuando  alguien le acercó un crucifijo besado por la Virgen  en una de sus muchas incursiones por Garabandal y la señora de Morales, no, no se curó, solo murió en paz y bendecida por el Señor. Luego otro crucifijo puesto sobre el pecho de otro desahuciado, esta vez, sí, sanó y obro el milagro de vivir mucho tiempo. No sabemos si la morfina en el primer caso y la quimioterapia en el segundo, tuvieron algo que ver…

Estos hechos, junto con el Opus, pusieron al buen doctor en el camino…Y en 1983, en una concurrida conferencia ofrecida por nuestro héroe en el Ateneo santanderino, se desdijo con fuerza. Que sí. Que era la Virgen y el arcángel San Miguel. Las apariciones cotizaban en la misma liga que Lourdes y Fátima y él había sido un descreído pero la fe en Dios y la santa mano de la Madre, le puso en el buen camino…

Antes de todo esto, allá por 1944,  don Luis Morales escribió un libro:  Cómo son y cómo piensan las mujeres, es su título, del que les dejamos unos parrafitos para que abran boca.

En p. 6 cuenta que estudió en Núremberg, y explica «el armazón psicológico» que le regaló allí un frutero levantino.

  1. 7: Los hombres se mueven y actúan en la vida, como base fundamental, por el instinto de conservación. El hombre es persona y lo hizo Dios a su imagen y semejanza. Somos personas: cuerpo y alma sustancialmente unidos.
  2. 10. Ellas: Son siempre, en concreto, una madre, una hermana, una esposa.
  3. 11. La intuición femenina, que es una defensa para no ser analizada y conocida, y que en la mujer es también superior al raciocinio o a la forma de pensar del hombre. Las mujeres no tienen la culpa; son tan solo víctimas de los hombres, que al perseguir brutalmente las sensaciones materiales de todos sus instintos, se agotan en la misma materia.
  4. 12. La mujer intenta acoplarse biológicamente a las posibilidades del hombre en crisis.

 

  1. 33. La mujer (por sus condiciones hormonales, sistema nervioso vegetativo) recoge con gran precisión las espinas del medio. Estos antígenos hacen que la condición femenina sufra emociones no sospechadas por el hombre, y que a ella misma le cause pavor exteriorizarlas, por un horror que intuye de vivir la crisis de su feminismo.
  2. 38. La mujer se defiende; la mujer sigue siendo la señora de la intuición.

(Habla de una tertulia en Múnich en la que Morales aconsejaba a las mujeres que no se casaran solo por amor carnal, sino también espiritual.)

  1. 57. Desequilibrios: «no encontrarán mejor medio de curación que el aplicar los santos y eficaces dictados de nuestra religión. En ella está contenida la profilaxis y toda solución humana a los que deseen salir de estos confusionismos.
  2. 67 «Los hombres deben sentir las mujeres; mas no comprenderlas. Si las comprenden, será porque las mujeres se han masculinizado o ellos se han feminizado«.
  3. 81, como si fuera profético, escribió:

Las mujeres sienten los problemas futuros, son a manera de barómetros que barruntan la paz o la pérdida de un equilibrio familiar o colectivo; de una raza o de un pueblo. De ellas parten siempre las protestas y denuncia de las necesidades; las mujeres señalan a los hombres el rastro que ellos tienen que seguir con su inteligencia y estructura psíquica, basada en el raciocinio, para la solución de los problemas que ellas acusaron. Las mujeres exigen de las condiciones físicas humanas más resistentes (que son las de los hombres), la aportación material a las posibles soluciones de una civilización. Son las mujeres las que como estaciones receptoras sintonizan, y las que obligan al hombre a ampliar sus percepciones, limpiar las impurezas y a divulgar las soluciones de lo que ellas captaron, en el mundo filosófico, psicológico o social.

89: Y veremos también cómo el hombre se libera de las concepciones actuales, de esas hipótesis que, como la (90) filogenia y ontogenia, no son más que suaves comodines con los que el hombre desea saber un algo de lo que solamente corresponde a Dios.

Enfermedad como castigo a la impiedad 91:

Toda acción que se aleje de la ley natural y de la Ley de Dios, arrastrará al individuo hacia una anormalidad, que se traducirá objetivamente por una enfermedad física o moral, ya que no podemos admitir otra clase de equilibrio que aquel que esté de acuerdo con Dios y la ley natural. 105 de que le daban miedo las mujeres bellas es algo que él afirma tras narrar las atenciones que dedicó a una bella casada, que iba acompañada por una niñita que quizá evitó que lo de su madre con el doctor fuera a más:

¿Flirt, conquista, aventura, reacción anormal… enfermedad pasajera de mujer…? Cobardía de hombre ante una dama invadida por las circunstancias neuro-vegetativas y ambientales. Esto era lo que yo meditaba resumiéndolo retrepado en mi asiento, mientras el tren llegaba a Niza. (…) La espina emocional, digámoslo así, que escindía mi personalidad, cesó al dejar en Niza el padre, la pelirroja y la niña. Y entonces prometí en mi fuero interno: No gustarme las casadas.

Cap. V. La mujer y el amor.

115 La mujer, según Nahlowsky, se deja conducir frecuentemente por sentimientos intelectuales que no son más que percepciones, conclusiones y representaciones imprecisas que influyen en la conducta. La mujer recurre a este modo de ser porque le faltan razones y le sobran opiniones, porque la intuición es en ella una norma para ser femenina.

Cap. VI p. 145 Acotaciones a la mujer

Flirt, Beber, Fumar y Pintarse (modalidades las que llama acotaciones): “La mujer hace estas locuras, que son como comodines al servicio de la vida psíquica con sus afectos, que se adaptan o tratan de adaptarse a todo género de estímulos, para compensar de algún modo (anormal) la crisis de los sexos de la época actual.”

147 Podemos, pues, decir que las mujeres se pintan y beben por ser público, por haber abandonado a una colectividad que les coaliga, bien sea religiosa, política, cultural, o incluso deportiva en su espíritu.

148 Cuando la curiosidad se descubre quedando satisfecha, y no puede alimentar la vida psíquica superficial, el público desaparece, y así se explica ese fenómeno de psicología colectiva, de como el público olvida en unas horas o en días los hechos de un gran hombre o los de un perverso del pueblo. Los seres humanos, agrupados solamente por sentimientos cristianos, pueden formar una colectividad que se vea libre del peligro de ser “público”. La religión no debe tener público, sino seres humanos que la siguen por convicción. En cambio, a los toros, a un concierto, para adquirir un libro, acude el público. Es de esperar que a la iglesia no acuda el público. Un torero tiene su público; la religión no puede tener su público, sino hombres que se reúnen por el amor hacia ciertos principios espirituales, conformes con la razón y a la Fe, pero no con una vida psíquica emocional afectiva superficial. Los hombres, los cristianos, no deben decir que “hay mucho público” en el culto divino, sino que hay muchos fieles.

Las acotaciones que vamos a exponer, son reacciones que guardan los caracteres correspondientes al público femenino que dan pábulo a la curiosidad o a sus derivaciones.

187 cap. VII Caminos de vejez en la mujer

(determinismo 194) Si alguna vez en una familia hay una hija santa y otra ligerilla, debemos analizar los parientes, y encontraremos siempre una fuerte tara, expresión genética de las más diversas presentaciones. En mis observaciones he podido deducir, por ejemplo, caracteres dominantes hereditarios de un gen maníaco-depresivo, donde otro gen esquizofrénico, epiléptico, etc. la compensase funcionalmente, estableciéndose una reacción paranoidea en el momento de una vivencia mística o lasciva, que es el motivo de que una emoción siembre tal o cual actitud, que insidiosamente evoluciona en aumento, sin deterioro de la inteligencia, voluntad y memoria. Es, en estos casos, cuando nada pueden conseguir tampoco las razones y consideraciones que, bien el confesor o la familia les brinda, y es solamente el médico especialista el que debe actuar sin pérdida de tiempo, para evitar una consolidación y desarrollo de un núcleo anormal, motivo de las alteraciones en la conducta.

225 Pero, en el transcurso de estas páginas, no soy más que un ensayista que se protege y arma con la Fe de su ortodoxia. Mi pretensión es presentar, siquiera imperfectamente, los problemas, para que los afortunados en el dominio de las leyes de Dios los interpreten y resuelvan. Para que biólogos y médicos documentados, de Dios se acuerden y a la filosofía se asomen; para que los filósofos no olviden que hay un mundo con mujeres, flirteos, automóviles y aeroplanos, sin omitir la biología, sin olvidar a Dios.

Sé que los filósofos encontrarán pueril mi trabajo. Los médicos, incompleto. Los biólogos, exagerado. Los hombres y mujeres saprofitas o parásitos del mundo, necio e incómodo.

Si esto es así, y cada grupo desde su juego atiende el de los demás, mi fin se habrá logrado.

 

 Y sí, queridas/os lectoras…Existe un parque en Santander, dedicado al doctor Morales y ni una sola calle a Leonora Carrington que le soportó y pudo escapar de sus garras cosa que muchos, quizá demasiados, no pudieron hacer.

Pensamos que debiéramos unir voces para que la nomenclatura de nuestras calles, parques o vías se ajustara a gente ilustre pero de verdad. Hemos perdido la esperanza que los nombres de militares subversivos que causaron tanto dolor a nuestra ciudad, abandonen del todo el callejero…pero no estaría mal que ese parque llamado del Doctor Morales, llevara con honor, el de Leonora Carrington. Por compensar, aunque fuera.

MÁS INFO EN

 https://elpais.com/diario/1993/04/18/cultura/735084002_850215.html

https://www.garabandal.it/es/documentacion/para-profundizar/1258-la-retractacion-del-doctor-morales-segun-el-diario-montanes

http://www.alphadecay.org/uploads/files/3842/original/MemoriasdeabajoSotileza.pdf

https://www.eldiario.es/cantabria/cultura/sale-unidos-leonora-carrington-santander_1_1470742.html

 

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