“El migrante, si tiene apoyo, puede hacer muchas cosas”

Charlamos con Bubba, migrante de Burkina Faso que ha estado varios meses en el Espacio para la Noviolencia en Cantabria
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Bubba ha quedado con sus amigos. Con su familia, más bien. Con ellos ha convivido varios meses y ha trabajado.
Este encuentro es para una despedida. Bubba ha encontrado lo que necesitaba: un trabajo. Bilbao es la nueva etapa en la ruta que este joven empezó hace más de seis años, cuando tenía 24, en su Burkina Faso natal, al oeste de África.

Antes de empezar a tener problemas allí, tenía una vida normal. Pero, como le relata a EL FARADIO, tuvo que marchar de su casa con 200 euros e iniciar un recorrido que le llevó, primero, en autobús, a Níger.

A partir de ahí, la cosa se complicó: para cruzar Argelia, tuvo que pagar a narcotraficantes. “Cuando pagas, automáticamente eres como su esclavo. Él puede hacer lo que quiera de ti en el desierto: te puede matar, te puede dejar”, nos cuenta.

El siguiente paso –dos años después— fueron casi seis meses en un bosque cerca de Ceuta, durmiendo en el suelo, sin comida, bebiendo “agua en el lago”, mientras esperaban a pasar al otro lado, con el riesgo de, que si no lo haces, “te pegan los guardias marroquíes hasta que te mueres”.

No es que al otro lado lo tuviera todo más fácil. “Cuando venimos a Europa, pensamos que es el paraíso, pero luego aquí no podemos trabajar, algunos viven en la calle, no podemos hacer nada”, explica.

En su caso, tuvo “suerte” porque encontró “un amigo español” que le trató “muy bien”. Se alojaba con ellos, trabajaba en su huerta. “Yo no puedo pagar lo que me ha dado esta familia: me abren la casa, su familia, sus amigos, toda la confianza, por alguien que viene de África”, expresa.

Estuvo con ellos hasta que consiguió, “feliz”, este trabajo.

No hay mejor ejemplo que su propia experiencia: “el migrante, si tiene apoyo, puede hacer muchas cosas”.

Pero inicialmente necesitaba esa red de apoyo –la que tiene cualquier persona con raíces en su territorio y la que amortigua frente a cualquier golpe–, como la que encontró en esta “familia”, el Espacio para la Noviolencia en Cantabria.

Es una iniciativa del Colectivo Noviolencia que se concibe, según describe Luis Serna, como un espacio “donde experimentar estilos de vida para la paz”, a través de encuentros, talleres, acciones de protesta en las que se usa el cuerpo como “instrumento de paz”, y que cuenta con una huerta solidaria que sirve para ayudar al proyecto y para donar a otros colectivos.

En las últimas semanas han realizado distintos encuentros con otros movimientos locales, y en julio acogerán el encuentro estatal del Colectivo Noviolencia. Está en Hoz de Anero (Ribamontán al Monte)

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