Aris Rosino es conocido por ser uno de los miembros de la Asociación Cultural Octubre de Torrelavega. Pero también es una persona muy implicada en el conflicto que se vive desde hace ya casi medio siglo. Ha participado, acogiendo niños varias veces, en el programa Vacaciones en paz. Uno de ellos es Manni.

Rosino refleja lo que le cuenta Manni desde los campamentos. «Es una situación compleja la que nos transmiten los niños de acogida. Manni ya es un adulto y nos dice que el covid ya está creando problemas, como el cierre de aeropuertos o la escasez de ayuda internacional». De hecho, cuenta que el hermano de Manni, acogido por Rosino, «ha tenido que ir a Turquía para volar a Mauritania y desde allí coger un coche hasta los campamentos de refugiados».

El acuerdo de alto el fuego data de 1991, pero el 13 de noviembre de 2020 las fuerzas militares marroquíes lo incumplieron. Este activista cántabro afirma que «Marruecos sigue emitiendo falsedades, le interesa el silencio sobre esta guerra». Y también recuerda que se «mantiene la represión con una red de activistas y civiles en los territorios ocupados».

Sin embargo, también le llega que la «sociedad saharaui vive en esperanza y está asistiendo a pequeñas victorias, como que la justicia europea anulara el acuerdo de pesca con Marruecos o la repercusión nacional que ha tenido el tema de Brahim Ghali», que llegó a España en plena pandemia para superar la covid-19 en un hospital. «Van a luchar hasta el final y ojalá que tengamos noticias positivas de este conflicto», concluye.

Mañana sábado tendrá lugar una manifestación en Madrid por el aniversario del reinicio de la guerra. Será a las 12:00 del mediodía, e irá desde Plaza de España a Sol. Después, de 14:00 a 16:00 habrá una comida de convivencia en el Parque Atenas y finalizarán los actos a las 18:00 en Rivas-Vaciamadrid con la realización de diferentes actos culturales. A estos actos acudirán varios miembros de Cantabria por el Sáhara, que han fletado un autobús para desplazarse hasta la capital de España.

NOVIEMBRE DE RECUERDOS AMARGOS PARA EL SÁHARA

El mes de noviembre es un mes plasmado de tristes efemérides para el pueblo saharaui, hace 46 años que se produjo la llamada “Marcha Verde” donde comenzó el conflicto, el abandono de España, potencia administradora del territorio; la guerra, la ocupación, el exilio y el refugio que se mantienen a día de hoy, a pesar que el Derecho Internacional está de parte de los saharauis.

El 14 de noviembre se cumplen también 46 años de la firma de los conocidos Acuerdos Tripartitos de Madrid, a todas luces ilegales y que dividió el territorio del Sáhara Occidental entre Marruecos y Mauritania; en la actualidad, es Marruecos la potencia ocupante del país, dividido por un muro de 2.720 km.

Además, el día 13 de hace un año Marruecos violó el alto el fuego, tras 30 años de la firma del proceso de Paz. Una vuelta a las armas silenciada y tapada por el régimen alauita.

Y en este último año el gobierno marroquí ha incrementado la represión contra la población saharaui en las Zonas Ocupadas del Sáhara Occidental, sobremanera a las activistas que resisten y persisten en reclamar un Sáhara Libre.

Sobre el terreno, elementos paramilitares pertenecientes a las fuerzas de ocupación marroquíes irrumpieron en la madrugada de este 8 de noviembre de 2021, en la casa de la familia de la activista saharaui Sultana Jaya y, por la fuerza, le inyectaron sustancias desconocidas a ella y a su madre, Ammatu Emberic, una anciana de 83 años.

Los vídeos grabados por Sultana inmediatamente después del ataque muestran el destrozo vandálico dentro de la casa, donde se rompieron enceres y casi la totalidad del mobiliario quedó dañado. También se observan los líquidos arrojados, que se cree que contienen la sustancia pestilente conocida como «agua de mofeta» y que la fabrica una empresa israelí y se utilizado en ataques contra palestinos en el barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén Este.

Sultana Jaya, en una aparente desesperación, responsabiliza plenamente a la comunidad internacional por las acciones de venganza y el asesinato lento de su familia ante los ojos de las Naciones Unidas y sus organizaciones que no mueven ni un dedo y eligen el silencio.

Un silencio que manda un mensaje de impunidad a Marruecos y la anima a proseguir con sus actos criminales.