Poveda se hace la ruta de Lorca en Cantabria

El artista visitó este fin de semana la tumba de Rapún, su último amor; y la Casona de Tudanca, que acogió a varios poetas del 27
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No es que exista oficialmente, y seguramente tuviera más puntos –La Magdalena-, pero si hubiera una ruta que repasara la huella de Federico García Lorca en Cantabria, sus puntos más característicos se los ha anotado este fin de semana el cantante Miguel Poveda, especializado en flamenco y copla, y que ha hecho de los homenajes a Federico parte importante de su obra.

Miguel Poveda, que mezcla en sus orígenes familiares Cataluña, Ciudad Real o Andalucía, recalaba el viernes en el ciclo de conciertos La Plaza, que se celebra precisamente en el Coso de Cuatro Caminos, en Santander, para presentar ante el público su último trabajo, ‘Diverso’.

Ya antes del concierto anticipó en una entrevista a Pilar González, en El Diario Montañés, que una de las cosas que haría durante su visita a Cantabria sería visitar en Ciriego la tumba de Carmen Amaya (bailaora que está enterrada aquí y que da nombre a la terraza del Palacio de Festivales) y la de Rafael Rodríguez Rapún, el último amor de Federico, que reposa también en Santander.

En el concierto Poveda relató al público la historia de Rapún, como lo hiciera la temporada pasada en el Palacio de Festivales Juan Diego Botto, que en ‘Una noche sin luna’ interpreta precisamente a Federico García Lorca, repasando su vida, su muerte, su olvido y su rescate en un premiado monólogo dirigido por Sergio Peris-Mencheta.

Cantabria comienza a sellar la herida del olvido a Rapún, el último amor de Lorca, enterrado en Ciriego

Si la referencia de Poveda pudo tener especial interés por lo que suponía el mundo taurino para la Generación del 27 en general, lo del Palacio de Festivales fue casi una catarsis, a la que se llegó años después de haberse sembrado ‘La piedra oscura’ (su título evoca los ‘Sonetos del amor oscuro’, en los que Lorca habla de amores prohibidos), un premiado montaje teatral dirigido por Alberto Conejero en el que Daniel Grao se convertía en Rafael, herido y preso en el frente.

El último amante de Lorca descansa en Ciriego

Todas estas citas consiguieron llevar a públicos amplios una historia que estaba ahí, pero que no era la más conocida:

Lorca y Rapún

El poeta Federico García Lorca estuvo al frente del proyecto La barraca impulsado por la II República: jóvenes universitarios se recorrían los pueblos de todo el país para representar ante ellos los clásicos del teatro, en un momento en que teatro, clásicos y la educación estaban muy lejos de las clases populares.

El secretario de La Barraca era Rafael Rodríguez Rapún, Rafael, fue su última pareja documentada y cuando estalló la guerra y mataron “por rojo y maricón” a Federico, la fosa perdida, se alistó y un año después del asesinato de Federico, justo un año después, cayó en el frente norte, ingresó en un hospital militar y murió. Sus restos están en una sencilla y discreta tumba en Ciriego, cerca del mar, visitada y homenajeada discretamente cada año.

Este fin de semana, por Poveda, que ha homenajeado a Federico en varios discos y trabajos, que conoció a su sobrina Tica Fernández, fallecida justo esta semana.


Pero la estancia de Poveda no se quedó en ese homenaje in situ a Rapún y Carmen Amaya: su firma estaba fresca el sábado en el libro de visitas de La Casona de Tudanca.

 

LA CASONA DE TUDANCA

Aunque si hablamos de firmas, más allá está la de Rapún, junto a la del resto de miembros de La Barraca, cuando nombraron Barraquito de Honor al intelectual José María de Cossío, que entre las muchas cosas que fue está la de presidente del Racing, del Ateneo de Madrid, miembro del Patronato de la Universidad Internacional de Verano de Santander (lo que hoy llamamos UIMP, nacida del mismo tronco y estímulo por la educación de la República y del ministro Fernando de los Ríos) y creador de una enciclopedia taurina que directamente se conoce como ‘el Cossío’.

Se refería a la Casona de Tudanca como su casa. Heredada, levantada en su día por indianos retornados, y por la que en su momento pasaron Miguel de Unamuno o José María de Pereda, que se inspiró allí para su ‘Peñas Arriba’, fue su sede fija en una vida jalonada de estancias en Madrid o Santander, entre muchos otros sitios.

La Casona de Tudanca no es –referencias a Cossío aparte- la que más llama la atención en el pueblo y la comarca, un oasis de piedra, monte y vacas, muy querido hoy para rutas, gastronomía o de paso de ciclistas y moteros (incluso quedadas de coches de época).

La relación de Cossío con los poetas del 27 se tradujo en lazos estrechos que le llevaron a ser anfitrión de buena parte de ellos. Allí se refugió Rafael Alberti en medio de una crisis personal y allí comenzó a escribir ‘Sobre los ángeles’; allí le fueron a ver miembros de La Barraca, que le nombraron socio honorario, y allí pasaron muchas otras cosas.

Foto: Real Academia Española)

La sensación de tiempo detenido que se nota en el exterior es ya total dentro de la Casona, donde se conservan estancias como la suya o el llamado cuarto de los poetas, su despacho e incluso el frac con el que dio su discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua. Ahora refuerza el discurso una exposición sobre paso de La Barraca por Cantabria (muy ligado a la UIV, Universidad Internacional de Verano, lo que luego fue la UIMP), que por ejemplo representaron clásicos en una desaparecida bolera en Hernán Cortes ante los vecinos del barrio, es decir, los marineros y las gentes que vivían de la mar, como rederas o pescateras. La expo, que amplia una que visitó el verano pasado La Magdalena, muestra fotos, titulares de prensa, disfraces e incluso uno de los buzos de los uniformes de La Barraca

Pero sobre todo, en lo permanente, en la Casona pueden verse piezas valiosas y únicas como cartas de Alberti o la primera edición de ‘Viento del pueblo’, de Miguel Hernández, además de cartas entre Cossío y este poeta de orígenes humildes.

O el manuscrito del ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, torero muy vinculado al 27 de una época en que ese mundo tenía más apego por el mundo cultural, y al que Lorca dedicó unos versos a su muerte. Seguro que os suena ese “a las cinco de la tarde” constante en el que también se detuvo el tiempo.

*La Casona de Tudanca tiene visitas abiertas al público y guiadas.

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