«Los restos de una vida merecen respeto»

El dramaturgo Alberto Conejero apela a tomar conciencia de la importancia de tener en Cantabria los restos de Rapún por su importancia poética o de que el imaginario de Leonora Carrington se "fraguó· en Santander"
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A veces hay cosas que tenemos “tan cerca” que “se nos olvidan”. Sucede con el mar –la mar para los marineros-, una presencia que en el norte tenemos tan interiorizado que a veces ni valoramos.

Ese, el olvido de lo que se tiene delante –o abajo– es un mecanismo similar al de la memoria, y ese es un terreno por el que lleva tiempo viajando Alberto Conejero, cuyo trabajo podremos ver esta semana en Cantabria, una tierra que ha sido y es escenario de otras obras suyas que tienen que ver con la memoria: desde el rescate que hizo de Rapún, el último amor de Lorca, enterrado en Ciriego, hasta la recientísima incursión en la tortura que sufrió aquí la pintora surrealista Leonora Carrington.

De todo ello hablamos en una extensa conversación con EL FARADIO, de la que podrá escucharse un extracto este miércoles en EL FARADIO DE LA MAÑANA en ARCO FM y en su totalidad en podcast y You Tube.

EL MAR, “LA PROMESA DE LA LIBERTAD”

Por partes: la ‘excusa’ inicial para la entrevista es la representación, este miércoles en el Palacio de Festivales de ‘El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca’, en la que cuenta como en 1936, un grupo de alumnos de una escuela de Burgos plasmó en un cuaderno cómo se imaginaban el mar, que no habían visto nunca.

Escena de ‘El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca’

Ese cuaderno fue real, existió, y fue fruto del reto de un maestro republicano, Antoni Benaiges, miembro de ese “proyecto emancipatorio”, un “ejército laico” de los que “sueñan con un futuro más amplio”, que acabaría asesinado

Y eso, el mar, “la promesa de la libertad” –desde ese final conocido, comparable a las bicicletas del verano que no llegó–, la “belleza” y el “asombro”, que se basa en eso, en sus dibujos e impresiones sobre algo que no conocían, es lo que lleva a escena el dramaturgo Alberto Conejero en un montaje que se representa este miércoles precisamente frente al mar, en el Palacio de Festivales, en un “canto al poder de la imaginación” que juega con la perspectiva de los niños y del espectador.

“HABLAMOS TANTO DE FEDERICO PORQUE LO NECESITAMOS Y NOS LO ARREBATASTEIS”

Allí mismo, en el Palacio de Festivales, frente al mar, se representó también una de las obras que más alegrías ha dado a Alberto Conejero: ‘La piedra oscura’, con la que rescató la historia de Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca (la compañía con la que Federico García Lorca recorría España acercando el teatro al pueblo). Rapún fue el último amor de Lorca, él inspiró muchos versos de los ‘Sonetos del amor oscuro’, y un año después del fusilamiento de Federico, cayó en el frente norte y hoy día está enterrado en Ciriego, frente al mar.

Rapún y Lorca

Es decir, ‘La piedra oscura’ “sucede en Santander”, es “profundamente cántabra ”y en ella se menciona la capital, Bárcena, Santoña o Somo. Cuando se adentró en esa historia, en el cementerio no estaba ni bien escrito el apellido de Rafael.

La representación en Cantabria fue “conmovedora” y además “sembró” lo que llegaría años después: ‘Una noche sin luna’, dirigida por Sergio Peris-Mencheta en la que Juan Diego Botto dio vida a Federico, de nuevo frente al mar, en el Palacio, en la que al final revivió una historia no siempre conocida en la ciudad, en una catártica función que tuvo mucho de reconciliación y de comienzo del cierre de una herida.

“Hablamos tanto de Federico porque lo necesitamos y nos lo arrebatasteis”, asevera Conejero, que apela al legado creativo que “se arrancó de cuajo” por un régimen que “nace del asesinato de poetas y profesores”.

“LA PERSONALIDAD CREATIVA DE LEONORA SE FRAGUÓ EN SANTANDER”

Y la última, recién estrenada, incursión de Alberto Conejero en la memoria y Cantabria es a través de Leonora Carrington, pintura surrealista, luchadora antifascista que, tras una violación grupal en Madrid, fue trasladada a Santander, a la clínica del Doctor Morales, en donde sufrió unos agresivos tratamientos fármacos cuyos terribles efectos plasmó en sus memorias ‘Desde abajo’.

Escena de la obra de teatro sobre Leonora Carrington

Es decir, la “personalidad creativa” de Leonora “se fraguó”, “para siempre”, en Santander: en su fértil imaginario pictórico hay paisajes de la capital cántabra, donde vivió su “descenso a los infiernos”.

A la figura de Leonora, durante años desconocida en Santander —donde el conocido popularmente como parque de La Vaca sigue llevando el nombre de su torturador, el Doctor Morales y hasta hace un año no se puso una mínima placa allí, sin que haya aún nombre de calle u otra reparación o apropiación de su memoria—se acercó Conejero por la “admiración” de su obra.

Por tanto, es “una obra más kamikaze”, “surrealizante”, que invita a presenciar como un “poema escénico” que nos mete “pecho adentro”: “estamos en la mente de Leonora”.

Hablamos de una artista con reconocimiento internacional, con obra en los museos más importantes del mundo, que este año fue objeto de una valorada primera exposición monográfica de la Fundación Mapfre en Madrid.

“LA MEMORIA SE EJERCE DESDE EL PRESENTE”

Desde esa exploración de la memoria Alberto Conejero ha ido extrayendo varias lecciones sobre el recuerdo y la memoria.

En lo relacionado con Santander –donde ya avisa de que “no hay dos sin tres”-, enfatiza que todo lo que ha aprendido sobre la ciudad “no ha hecho que la odie” sino, al contrario, le “honra” y hace que “quiera más a Cantabria”.

“Para Santander no tiene que ser motivo de vergüenza” la relación con estos hechos (la muerte de Rapún, la tortura de Leonora), sino una oportunidad.

Porque él defiende la memoria como “un trabajo en red” que “hay que mantener vivo”, y en ese sentido durante la entrevista lanza varios guantes:

-Sobre Rapún, le gustaría que “se comprenda la importancia de tener aquí a Rapún”, un ser humano que fue excepcional”y que además “inspiró” los ‘Sonetos del amor de oscuro’ de Lorca, por lo que Santander, el lugar donde descansa Rafael, “debería ser un lugar de reflexión, de memoria, de belleza poética”. A Conejero le gustaría que el Ayuntamiento de Santander “cuidara de ese memoria”.

-Y sobre Leonora, la obra ahora se está representando en México y aún no sabe si cuando llegue a España será el mismo montaje tal cual o una producción española que le parecería “emocionante” que llegará a Santander y que incluso tuviera alguna acción en el propio espacio del parque.

El caso de Leonora es paradigmático de la mirada al presente: su vida nos permite hablar de cuestiones muy actuales, desde el feminismo y las agresiones sexuales –fue violada por una manada, “y se la interna a ella”–, hasta el contacto con la tierra, la naturaleza, lo sagrado e incluso, ahora que estamos todos “rotos, averiados”, la salud mental: “nos interpela sobre qué hacer con la gente cuando se rompe”.

Sobre todo, su visión de la memoria no es revanchista ni sectaria: en varios puntos de la conversación deja claro que hubo todo tipo de sucesos y que “la culpa no se hereda”, además de apelar a la “generosidad” y defender que en realidad la recuperación de la memoria no es  motivo de enfrentamiento ciudadano, salvo cuando se azuza políticamente.

Y es, también, profundamente humanista y humana, porque “los restos de una vida merecen respeto” –reclama, evocando la falta de duelo que sintieron muchas personas en la pandemia– y “honra” en lugar de que se “vacíe a la gente de sus personalidades”, robándoles hasta el nombre: “nadie puede discutir el derecho de alguien a enterrar a sus familiares”, mucho menos cuando «se está en paz».

Porque, apelando a cómo se representa en las esculturas antiguas, “lo que tenemos enfrente” no es como podría parecer el futuro, sino el pasado, “lo que podemos mirar cara a cara”, aunque, como el mar y su rugido, no siempre lo veamos.

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