Un informe advirtió de que cualquier intervención no especializada en el MAS podría ser un “desastre” para su estructura

Planteó un cambio de la estructura del hormigón tras diagnosticar que otro tipo de intervención supondría más peso sobre los muros o necesitaría más cimientos
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El Museo de Arte de Santander (MAS) es un edificio de valor histórico que a lo largo de sus casi cien años de historia fue objeto de distintas intervenciones, incluyendo una agresiva ampliación en los años 70, que acabaron teniendo consecuencias sobre su estructura.

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Y aunque no presenta riesgo de colapso,  su estado podía definirse de “falsa aceptabilidad estructural”, según señaló en un informe encargado por el Ayuntamiento y realizado en colaboración por el estudio que desarrolló el proyecto el ingeniero industrial Miguel Terán Garrido.

Pese a ello, a la hora de adjudicar las obras a la constructora COPSESA, ligada a un exalcalde del PP (de Ramales de la Victoria, se hizo con una baja de un 40% en la oferta económica respecto al precio que había considerado la propia administración (la baja inclinó la adjudicación, aunque después hubo un sobrecoste de 800.000 euros que le hubiera alejado de ese resultado).

TIPOS DE INTERVENCIONES

En el documento, consultado por EL FARADIO, se plantean distintas formas de intervención sobre el edificio, admitiendo que hay varias alternativas, y que algunas pueden ser más «drásticas» e «impactantes».

Pero, recalca, deben estar consensuadas con todas las administraciones implicadas y cumplir la legislación de patrimonio autonómica y concluye que todos estos diagnósticos deben tenerse en cuenta para la toma de decisiones por las obras.

Estas alternativas pasan por la conservadora de sanear el hormigón («un trabajo de enormes proporciones», ya que implica retirar la parte deteriorada, en algunas partes dañada en hasta un 90%), o la «más drástica», que supone introducir una estructura de hormigón con características del nuevo, pero sin añadir nuevas cargas.

Las opciones conservadoras, aclara, suponen más tensión sobre los muros y también mayores cimientos o zapatas.

A la vez, esto «exige» la participación de empresas especializadas en recalzar y en cimentación especial, con medios y equipos que permitan un control «exhaustivo» en términos de patología estructural.

«Cualquier intervención a este nivel por personal poco cualificado puede convertirse en un desastre en términos estructurales y de seguridad», alerta expresamente el informe.

Su propuesta, de las distintas que enumera, es dotar al Museo de una estructura «exactamente igual» a la existente, pero sin enfermedades ni patologías, sin trasladar sobreesfuerzos a los muros y sin necesitar rehabilitaciones continuas. También hay que retirar y sustituir los forjados.

SE HA “EXPRIMIDO” SU CAPACIDAD ESTRUCTURAL

En general, no se detectan patologías que puedan implicar riesgo de colapso estructural.

Pero, después de un siglo de vida, no se ha afrontado ninguna intervención «integral» de mantenimiento más allá de reparaciones puntuales o urgentes, o las obras para «exprimir más si cabe» su capacidad estructural.

Y sin necesitar medidas extraordinarias de seguridad o estabilidad, sí que hacen falta inspecciones periódicas.

Asimismo, el experto advierte de que el inmueble nunca ha estado en desuso, como ahora, tras el incendio del 2017, lo que puede tener efectos «imprevisibles» precisamente por lo anómalo de esa situación.

EL ESTADO DEL EDIFICIO

En parte de la estructura (no en la cubierta y el forjado), los falsos techos y la ausencia de intervenciones han impedido que se aprecien las deformaciones, grietas u oxidaciones.

Se habla de recubrimientos sin un criterio de disposición y con una elaboración de la ferralla «caótica», con «disparidad» de formas.

Frente a esto, se contrapone el «astuto» diseño de la sala MeBas, y se valoran los muros de carga, «aceptables» y con una «sobriedad sincera», si bien pueden necesitar intervenciones puntuales y las vigas presentan acero en mal estado: «escaso, agrietado y con oxidaciones», producto de «un error de dimensionamiento».

Respecto a la armadura de acero del hormigón, se señala el «grado de desacierto» y la «falta de criterio», que considera «inexplicable».

Además, es objeto de carbonatación, un proceso de deterioro que reduce su resistencia, durabilidad y, en consecuencia, capacidad de proteger el hormigón.

Según describe, ese proceso se ha extendido ampliamente, llegando a porcentajes cercanos al 90% en algunas partes.

El autor del informe constata que no se ha encontrado información sobre las distintas intervenciones sufridas, además de las dificultades para evaluar si cumplía las normas y buenas prácticas profesionales.

En general, concede todo lo que tiene ver con el contexto histórico o el desconocimiento de algunos materiales cuando se implantaron.

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