El aparcamiento de Mataleñas profundiza en el modelo de asfaltado de la costa norte santanderina

La intervención se suma a la del Parque 2020, que dio más peso a la obra civil y que alteró un yacimiento arqueológico
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La construcción del nuevo aparcamiento de autocaravanas en Mataleñas, cuestionada por los vecinos, que han constituido la Comisión en Defensa de Mataleñas, no es una actuación aislada.

El proyecto se inscribe en una tendencia urbanística creciente en la costa norte de Santander, caracterizada por el uso intensivo de obra civil en espacios de valor natural y paisajístico en el que es uno de los pocos parajes naturales de la capital cántabra.

De espacio vecinal a negocio privado: el aparcamiento de Mataleñas suprime un paso público y será gestionado por una empresa

Bajo discursos de mejora ambiental –caso del aparcamiento de Mataleñas- o conmemoración -el Parque 2020 se justificó como homenaje a las víctimas de la pandemia del COVID–, estos proyectos han implicado una transformación profunda del territorio, con escasa participación pública y un peso elevado de la infraestructura.

Uno de los antecedentes más significativos es el del Parque 2020, ubicado entre el campo de golf y el faro de Mataleñas, que se inauguró en 2024 como espacio conmemorativo a las víctimas de la COVID-19. El proyecto, que abarcó 20.000 metros cuadrados, fue objeto de críticas por el alto coste en movimientos de tierra y pavimentación, a pesar de ejecutarse en una zona verde.

Balcones, rampas, caminos o muros: los trabajos de obra civil suponen la segunda partida presupuestaria más importante del Parque 2020

Además, durante su construcción afloraron restos arqueológicos ya recogidos en el Inventario Arqueológico de Cantabria, pero no contemplados en el diseño inicial, que llevaron a parar la obra.

El proyecto del Parque 2020 no contemplaba encontrarse con yacimientos arqueológicos pese a que estaban documentados

También fue llamativo el proceso de adjudicación: la obra fue adjudicada a la empresa La Encina –investigada en la trama del funcionario de Carreteras–, que fue la única aspirante y, pese a ello, no hizo una rebaja económica en su oferta –que hace todo el mundo que se presenta a una licitación al contar con la existencia de competencia, que se prevé siempre– y en cambio sí rebajó los parámetros técnicos –al contrario de lo normal, que es respetar e incluso mejorar esos condicionantes, ya que se cuenta con la existencia de competencia que lo hará–. Es decir, se comportó como si no fuera a haber competencia, pese a que cuando se presenta una oferta no se sabe si la habrá.

La Encina rebajó a la mitad las características técnicas de su propuesta para el Parque 2020 sin apenas tocar la oferta económica

La falta de más aspirantes permitió a La Encina hacerse con el Parque 2020 pese a lograr sólo 60 puntos en el proceso


El parking turístico justificado con la sostenibilidad

El nuevo aparcamiento de Mataleñas repite varias de estas características. El proyecto, presupuestado en más de 1,4 millones de euros, destina más del 76% de la inversión a actuaciones de pavimentación, muros de contención y hormigonado.

El 76% del presupuesto del proyecto de Mataleñas se destinará a hormigón, asfaltado y movimiento de tierras

El aparcamiento ocupará una zona de tránsito tradicional, afectando a un camino peatonal que conecta con la playa, que será sustituido por un vial asfaltado. El uso del espacio pasará de ser libre a estacionamiento regulado y de pago, mediante una concesión a una empresa privada que cobrará por ello.

Ambos proyectos coinciden también en la limitada participación ciudadana durante su tramitación y en la realización de estudios ambientales posteriores o condicionados, en lugar de integrarse desde el inicio como parte del diseño técnico.


Un modelo que se consolida

Desde el ámbito vecinal y ecologista se advierte de un cambio de paradigma en la gestión del litoral santanderino. El modelo que se está consolidando convierte el medio natural en soporte de infraestructuras, desplazando los criterios de conservación por los de rentabilidad o control de usos.

Las obras en la senda costera, ya paradas

Esta tendencia no es nueva. Ya en 2016, el frustrado proyecto de la senda costera entre Cabo Mayor y La Maruca, generó una fuerte contestación social canalizada a través de la Asamblea en Defensa de la Senda Costera, creada al comprobar el fuerte impacto de los trabajos de lo que debía ser un mero arreglo para facilitar el tránsito por un entorno natural privilegiado. Una vecina llegó a plantarse ante las máquinas para parar físicamente la obra, que seguía en  marcha pese a los anuncios sobre su suspensión.

El trazado propuesto implicaba la construcción de caminos artificiales, pasarelas y taludes sobre un entorno de gran valor ecológico, atravesando zonas sensibles como los acantilados del norte de Santander. Las alegaciones vecinales y científicas, junto con la falta de consenso político, llevaron finalmente a la paralización del proyecto.

«El trazado de la senda costera está diseñado para dejar espacio al campo de golf»

La senda, concebida inicialmente como una vía peatonal y ciclista para facilitar el acceso a zonas naturales, acabó evidenciando el riesgo de que la accesibilidad se traduzca en presión urbanística, en lugar de fomentar una aproximación respetuosa al paisaje. Casi una década después, el aparcamiento de Mataleñas y otras actuaciones recientes parecen retomar aquella misma lógica: sustituir la intervención blanda o reversible por infraestructuras permanentes y de fuerte impacto visual y ambiental.

 


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