«No te puedes sentir débil porque, entonces, estás perdida»

Pilar compartió más de 20 años con un hombre al que tenía auténtico terror. En su caso, la enfermedad mental se juntaba con los celos. Ella se levantaba de madrugada para estudiar a escondidas con el fin de avanzar hacia su libertad. 30 años después de separarse recuerda el calvario por el que pasó. "Si te alienas, estás perdida". Reconoce que se ha avanzado, pero queda camino por delante: "las leyes están, pero los procedimientos siguen fallando".
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Con 18 años recién cumplidos, Pilar se casó con su novio, algo mayor que ella, pero muy joven también. Estaba embarazada y, en aquel momento, (todavía no había llegado la democracia a España) no se presentaron muchas más opciones. Recién terminado el bachillerato tuvo que aparcar sus planes, que pasaban por seguir estudiando.

A pesar de su juventud, su recién estrenado marido tenía, una holgada situación económica y un buen puesto de trabajo.  Juntos se fueron a vivir a una gran ciudad lejos de Santander. Ahora recuerda que su novio tenía un perfil psicopático manifestado desde que era un niño, «eso yo lo sabía, no lo voy a negar, pero yo estaba enamorada y él de mí también. Claro,  con esos años, ya me contarás la idea que tienes del amor y de lo que interesa y lo que no», explica hoy para EL FARADIO.

Lo que podía haber sido el inicio de un feliz matrimonio se convirtió para Pilar en un auténtico infierno. De la noche a la mañana se  encontró completamente sola en una ciudad desconocida. Sin amigos, sin familia, sin teléfono y en una casa donde el maltrato no se hizo esperar:  «yo quería morirme y, además, sabía que a mi casa no podía volver porque me lo habían dejado claro. – Te has quedado embarazada y te tienes que ir, por aquí no vuelvas más que de visita, me dijeron». Así que asumió que antes muerta que volver a su casa y tiró para adelante como tantas mujeres a lo largo de la historia.

LA MÚSICA COMO REFUGIO

En esa ciudad hostil volvió a estudiar. «Iba por las tardes a sacarme un título que era una especie de formación profesional», recuerda. Y el maltrato y el terror siempre presente.

Nacieron sus dos hijos y, cuatro años después, la familia regresó a Santander.

«Mi marido era cíclico. Tenía buenas temporadas y otras horrorosas. Era un trastorno de personalidad que yo con los años fui domando poco a poco, con mucha paciencia y entrega, pero cuando venía una mala racha era terrible.  Yo mandaba a mis hijos con los abuelos, porque allí no podían quedarse. Y me quedaba a su lado, aguantando, porque  sabía que a casa de mis padres no podía volver. Necesitaba ser independiente, ganarme la vida. Lo que yo quería era ser libre, a pesar de que ni siquiera me planteaba separarme. Hay que centrar ese momento de mi vida en su contexto histórico. Entonces no existía el divorcio», cuenta Pilar para añadir que comenzó a estudiar música en el conservatorio.

«Ese fue mi refugio. Yo leyendo partituras y tocando era otra mujer. Me sentía bien y a él eso le gustaba. No veía ninguna amenaza en que yo disfrutara con la música y, en cierto modo, eso suavizó un poco la relación en casa».

LA FELICIDAD DEL PRIMER TRABAJO

En su afán por salir adelante, Pilar, que en realidad no se llama Pilar, pero poco importa eso,  se presentó a un examen para un puesto de trabajo y poco después le llamaron para incorporarse.

«Creo que fue el día más feliz de mi vida. Mi hijo mayor me ayudó para convencer a mi marido de que no era tan malo, porque a él le parecía humillante, y así fue como empecé a trabajar. No te imaginas lo que ese primer sueldo supuso para mí. Y eso que lo ingresé en la cuenta de mi marido, para que nada cambiase y no se alterara. Yo trabajaba, llevaba la casa, cuidaba de mis hijos, seguía avanzando cursos en el conservatorio y comencé a estudiar una formación profesional que me interesaba, aunque ya el segundo curso lo tuve que hacer a escondidas, porque mi marido no me dejaba seguir».

Pilar cuenta que entonces se levantaba de madrugada para estudiar a escondidas y así preparó incluso alguna oposición. Reconoce que siempre le ha gustado estudiar: «el estudio ha sido mi refugio» y, por eso, muchas asignaturas las dominaba antes de matricularse, porque había leído por su cuenta libros sobre la materia.

La cuestión es que terminó aprobando con muy buena nota una oposición nacional, «y eso que no lo pude preparar como tenía que haberlo hecho», reconoce. Y esa buena nota  le dio, además,  la posibilidad de elegir plaza en Santander.

«En ese momento, cuando aprobé la oposición, mi marido ya se trastornó por completo. Hasta entonces había tenido personalidad paranoide, pero nunca le había dado por los celos. Me hizo la vida imposible, pero yo no tiré la toalla nunca. Vi claro que ese era mi momento y, en los siguientes tres años, escalé puestos dentro de la administración. Seguía estudiando otras ramas de formación profesional relacionadas con mi trabajo y me presentaba a todos los exámenes de promoción interna».

LA SEPARACIÓN

Tras más de 20 años de matrimonio, finalmente Pilar se separó. «Yo entonces no me daba cuenta de que me podía matar. Solo pensaba en independizarme y mantener y dar una educación a mis hijos».

Animada por ellos se presentó a otra oposición nacional que también aprobó.

Para ello se matriculó en todos los cursos, talleres y cursillos que  vio y que consideró que le podían ser útiles. Una amiga de su hijo le dio días antes del examen unas explicaciones que ella consideraba necesarias para aprobar y, cuando llegó a Madrid, enferma en ese momento y con grandes dolores, e hizo el examen, consiguió quedar primera en España por lo que pudo elegir la plaza que quería en Cantabria.

«Todo esto lo hice sin ser consciente de que me podía matar. Yo borré todo eso y solo pensaba en alimentar y dar educación a mis hijos. Él no me pasaba nada. Me fuí de esa casa con lo puesto. No luché, porque creí que lo mejor era no hacerlo. Lo importante era estar yo bien por fin. Al cabo de año y medio me dio una miseria, que era lo que estaba escrito en el contrato de separación, pero ni me importó», recuerda ahora Pilar quien lejos de conformarse con su plaza siguió opositando las veces que consideró hasta lograr un trabajo con el que sacó adelante a sus hijos.

Cumplidos los 45 años desistió de estudiar una carrera universitaria, a pesar de que sus hijos le animaban. Reconoce que necesitaba descansar. El trabajo también le llevaba mucho tiempo y energía y, más adelante, con 50 años, un cáncer frenó su vida temporalmente.

MIRANDO ATRÁS

El paso de los años ha permitido a Pilar analizar todo lo que pasó y hablar desde su propia experiencia:

«Es importante no perder la confianza en una misma. Yo sabía que no era tonta, que tenía cierta capacidad. Puede resultar feo que yo lo diga pero, a estas alturas, modestias las justas y yo, cuando me comparaba con otros alumnos, veía que era espabilada. Me decía a mí misma que si me presentaba a una oposición tendría posibilidades y así fue como salí adelante. Es cierto que él me podía haber matado en cualquier momento. No fue así porque tuve suerte. Yo a los 18 años no merecía la vida que me esperaba. Tenía dos opciones: o largarme de allí y salir o morir. Podía haber terminado loca porque se me pasaban cosas terribles por la cabeza, como, por ejemplo, un montón de maneras de matar a mi marido. Un enfermo mental es lo peor. Pero el machismo también es terrible y, en mi caso, las dos cosas iban de la mano. Hay que ser muy valiente para salir de ahí y también es importante no ser victimista porque entonces estás perdida. Para mí, comenzar a estudiar música fue decisivo, se me abrió el cerebro», explica.

«LAS LEYES ESTÁN, PERO LOS PROCEDIMIENTOS SIGUEN FALLANDO»

El 016 es el teléfono de atención a las víctimas de violencia de género. No aparece en la factura, pero sí hay que borrarlo del listado de las llamadas realizadas desde el móvil

Pilar cree que el mayor problema es la falta de formación de las mujeres. Cree que hemos avanzado contra el maltrato femenino, pero considera que hay muchos problemas que deberían solucionarse: «las leyes están, pero los procedimientos siguen fallando».

Una de mas mayores críticas que plantea ahora es la ausencia atención en salud mental para atender este tipo de situaciones. Ella vivió un peregrinaje por consultas privadas de psiquiatras en Santander y recuerda que solo uno fue claro con ella y le recomendó salir corriendo de su casa. Su marido nunca tomó las medicaciones que se le pautaban y para ingresar en Valdecilla había que firmar la autorización de ingreso. «Yo no fuí capaz de firmar aquello, pero si lo hubiese hecho, creo que me hubiese matado al salir».

Hoy, ya jubilada, se considera una mujer afortunada y es muy consciente de que todo lo que ha conseguido se lo ha ganado por méritos propios, nadie le ha regalado nada. «Hubo un tiempo en que yo no hice más que buscarme la vida. A mis hijos, me preocupaba de alimentarlos y de cubrir sus necesidades básicas, pero en cierta manera creo que los abandoné. Tengo pena por no haber hecho más por ellos, por no haberme separado antes, cuando eran pequeños, pero es que entonces, sin formación y sin tener trabajo ni poder volver a casa de mi padre, no lo pude hacer de otra forma. Es que yo le tenía terror. Hubiera preferido matarme, así que cómo me iba a separar, le tenía muchísimo miedo».

 

 

ASOCIACIÓN CONSUELO BERGÉS

La Asociación “Consuelo Berges” de Mujeres Separadas y/o Divorciadas, trabaja desde 1995 con el ánimo de lograr que la igualdad de oportunidades para las mujeres, en todos los ámbitos de la vida pública y privada, sea una realidad próxima.

Transmitir valores y principios de igualdad entre las mujeres, animar a que seamos nosotras mismas quienes decidamos sobre nuestro propio futuro y luchar para erradicar la violencia de género son los objetivos finales por los que trabajamos las mujeres que integramos esta asociación, y con los que estamos verdaderamente comprometidas, tanto a nivel individual como colectivamente.

Los  servicios de atención jurídica y psico-social son totalmente gratuitos y están al cargo de un equipo multidisciplinar e interdisciplinar de profesionales que afronta su tarea desde una óptica de atención integral, con una atención especializada y especifica hacia las mujeres, sus hijos e hijas que sufren o han sufrido en crisis de pareja algún tipo de maltrato y que ocupa una gran parte de nuestra dedicación.

El teléfono es el 942 210 521 y el correo electrónico mujeres@consueloberges.com

 

 

 

 

 

 

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