La cadena que te hace cómplice: la difusión de imágenes de otras personas puede ser delictiva

Abogados y educadores instan a ser conscientes del daño que puede producir la difusión masiva de determinados vídeos que atenten contra la intimidad
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Es un mensaje que vale para cualquier situación porque es algo que pasa en general, pero esta semana muchos teléfonos están recibiendo un vídeo que extiende a capas más amplias las imágenes de una persona en un local de ocio en un contexto íntimo. Primera lección: no hay por qué dar detalles ni contribuir a que se extienda. Nadie nos lo pide. No aporta nada.

«TODAS LAS PERSONAS QUE COMPARTAN EL VÍDEO PUEDEN ESTAR COMETIENDO UN DELITO»

Al margen de la opinión que se tenga, hay un aspecto importante: es una conducta que tiene reproche social y eso se traslada a las leyes.

Como explica a EL FARADIO la abogada María Mendieta, de Taxus Abogados, “las nuevas tecnologías hacen que la difusión se produzca en minutos, llegando a miles de personas en cuestión de segundos”.

“Estas acciones se realizan sin pensar en el daño que podemos causar en otras personas”, remarca María Mendieta, quien reitera que pensar en ese daño “debería ser el primer paso para evitar formar parte de estas cadenas” y recuerda casos como el de una trabajadora de IVECO que se suicidó tras la difusión masiva de un vídeo sobre ello.

Según detalla, el Código Penal –que podemos definir como un catálogo de delitos y penas, es decir, consecuencias—se detiene en su título décimo, artículo 197 en las cuestiones relacionadas con la intimidad.

Así, se prevén penas de entre seis meses y cuatro años de prisión para quienes revelen o difundan imágenes o audios sin el consentimiento de la otra persona, y en todo caso, el consentimiento, el permiso, para la difusión  debe ser de forma válida, es decir, sin que la otra persona tenga mermadas sus capacidades cognitivas, como podría ser en el caso de estar afectada por consumo excesivo de alcohol u otras sustancias.

Además, recalcan desde Taxus Abogados, es que el delito no lo comete solamente la persona que difunde el contenido por primera vez, sino que “todas aquellas personas que compartan ese vídeo o audio están cometiendo un hecho delictivo”.

Ese mismo artículo legal habla, además, del concepto de difusión en cadena y se contempla el uso de redes sociales como instrumento para hecho delictivo, porque “en la medida en que se reenvía estamos ampliando el círculo de conocedores, por lo que estamos colaborando y siendo partícipes necesarios en la comisión de ese hecho delictivo, en esa vulneración del derecho a la intimidad”.

“NO TODO VALE POR CONSEGUIR ATENCIÓN” 

Más allá de lo estrictamente legal, Marc Torrano, de Espacio3 Formación, que imparte charlas sobre el uso correcto de las tecnologías entre jóvenes, explica algunas de las pautas básicas a la hora de difundir contenidos que lleguen por mensajería instantánea o a los que se acceda a través de redes sociales.

En primer lugar, y cuando se trata con menores, “hay que tener claro si son contenidos adecuados a su edad y nunca tienen que compartir contenido que no entiendan o crean que no es adecuado”.

Además, advierte del efecto imitación que se genera propio de la búsqueda de la viralidad cuando en redes sociales se tiende a valorar a los contenidos o a quienes lo suben por el número de reacciones o likes –o los propios medios de comunicación en su competición por los titulares-, que puede llevar a que esas fotos o vídeos sean sobre otras personas para conseguir atención de mucha gente y momentos virales. “Al final, toda esa atención por tener un vídeo viral es algo momentáneo que no lleva a ningún sitio. No vale todo por un like”.

Más allá de la difusión de contenidos de desconocidos o que lleguen al móvil, Marc Torrano también da alguna pauta cuando lo que se quiera compartir es alguna foto de grupo, con los propios conocidos: que antes de compartirla, pregunten si alguien no quiere aparecer en redes sociales. “Si alguien no quiere, lo que insistimos es que si la comparten, tienen que ocultar la identidad de esa persona, pero no diciéndole que no se ponga en la foto, porque sería excluirle, sino poniendo un emoticono” que tape la cara, explica, “siempre respetando que son compañeros”.

Y un último consejo es el recordatorio general de que se limite todo lo que se pueda compartir datos personales tanto propios como de otras personas: que no compartan número de teléfono ni dirección, pero también a la hora de compartir fotografías en los que se identifique el entorno, porque eso puede dar idea a terceras personas de cómo es su rutina.

“LAS REDES SOCIALES REPRODUCEN EL MACHISMO”

Finalmente,  y dado que muchos de esos contenidos que se difunden masivamente acaban yendo contra mujeres o chicas jóvenes, Miriam Bustillo, trabajadora social, con experiencia en educación en las aulas y que como miembro de la asociación MUJOCA ha advertido en reiteradas ocasiones sobre las actitudes de control de las mujeres jóvenes a través de los dispositivos móviles o mensajería, advierte precisamente de como “las redes sociales reproducen el machismo”.

“Todo es instantáneo, lo queremos ya y a la hora de relaciones, a veces consumimos igual que las series, también consumimos personas, y eso no está mal, pero nunca nos paramos a pensar si lo hacemos por lo que queremos”, advierte.

En ese sentido, se refiere a las distintas formas de vivir la sexualidad: “si se basa en algo de lo que mañana me voy a arrepentir, entonces no es sana”, después de un período en que era tratada como un tabú, algo de lo que no se hablaba.

“La educación afectivosexual se tiene que basar en entender que la sexualidad es un gran poder que tenemos de disfrute, gozo y autoconocimiento, que además a las mujeres se nos ha negado tradicionalmente”, señala, añadiendo que “todo poder tiene una gran responsabilidad”, que en lo relacionado con la sexualidad implica “tomar decisiones en base a una formación e información veraz, a valores y creencias, y también a nuestras emociones”.

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