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«La naturaleza no funciona como nosotros queremos que funcione»

Entrevista con Antonio Aretxabala, geólogo, investigador independiente, colaborador de la Universidad de Zaragoza, sobre los efectos de la acción humana en los ríos y que están derivando en las inundaciones que vemos en los últimos tiempos
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Otra vez más hemos tenido que estar pendientes de los ríos. Algunos días de mucha lluvia ya son suficientes para ponernos en problemas, y eso no debería ser lo normal en un lugar donde hay personas que se quejan amargamente por el mal tiempo que hace o la cantidad de días que llueve, que, por cierto, ya no son tantos como antes.

La opinión, basada también en sus investigaciones, de Antonio Aretxabala va en la dirección de que llevamos «varias décadas acumulando problemas con el agua», empezando por una cuestión jurídica, porque hay una cuestión de reparto de competencias y gestiones que es muy complejo, entre lo estatal, lo que vigila una confederación hidrográfica, lo autonómico y lo municipal.

«Somos agentes de destrucción de nuestro propio entorno», zanja este investigador en una entrevista concedida a EL FARADIO DE LA MAÑANA. Dice que acostumbramos a echarle la culpa a los propios ríos o al cambio climático, pero él refleja que las causas no están ahí, aunque el cambio climático sí que pueda agravar e intensificar estos eventos donde cae mucha cantidad de lluvia o nieve en poco tiempo. «Son eventos que deberían ser cada 100 o 200 años, pero ahora ocurren cada año, cada dos o cada tres», dice.

Aretxabala sostiene que detrás de lo que sucede ahora hay «malas intervenciones, sobre todo en el pasado» y que son responsabilidad de quienes tienen la última palabra en cuanto a la gestión del dinero público y del territorio. Y este científico también les refleja como las personas que, en estas situaciones, corren a ponerse delante de una cámara «con las katiuskas» puestas para que se vea que no tienen problemas en arremangarse ante una situación así.

Las malas decisiones a las que se refiere este geólogo son las de colocar todo tipo de elementos en las zonas inundables de los ríos. Desde viviendas hasta naves industriales, pasando por «centros de salud o campos de fútbol». Y con una consecuencia añadida. Cuando hay una riada, el agua se lleva también los elementos contaminantes y los deposita en el mar. Pensemos cuántos pueden ser.

El científico señala que «aguas arriba estamos terminando con la vegetación relacionada con el río», que sirve para frenar su velocidad. Para contrarrestar las inundaciones, las soluciones que plantean, generalmente, las administraciones tienen que ver con colocar elementos de hormigón. «Vemos el río como una tubería», lamenta, en busca de una «falsa sensación de seguridad con las obras que cambian la dinámica del río».

Cuando hay un accidente geográfico que funciona con una determinada dinámica, no es tan fácil hacérsela cambiar. Aretxabala lo explica de una manera muy clara: «la naturaleza no funciona como nosotros queremos que funcione».

Y no se trata de que las cosas se decidan y se ejecuten por un desconocimiento. En realidad sí que hay técnicas y técnicos que se dedican a estudiar esos comportamientos y producen datos para entender mejor la realidad del territorio. «En las confederaciones hay gente muy preparada, pero no son los cargos que las llevan», define este experto, que habla sin tapujos de corrupción técnica y económica.

Cita varios casos que ha conocido bien, en La Rioja o Navarra, pero también los de Cantabria. Por ejemplo, las inundaciones que se produjeron en Reinosa, hace poco más de tres años, y donde el desbordamiento de los tres ríos provocaron una noche de verdadera angustia. Lo retrató en el documental ‘A contracorriente’ el director cántabro Richard Zubelzu, nacido precisamente en la capital de Campoo. Aretxabala recuerda que, pasado todo este tiempo, todavía no se ha resuelto todo lo que provocó esas inundaciones.

Por eso cree, y no es el único, que la solución es retirar todo aquello que el río pueda llevarse o dañar en una riada. Hacer una labor de repliegue que permita que la naturaleza ocupe los espacios a los que estaba acostumbrada.

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