“Cumplir tus sueños te puede arruinar la vida”

Zuhaitz Gurrutxaga relata en ‘Subcampeón’ (Libros del KO) junto a Ander Izaguirre su paso por la Real Sociedad en Primera División y los problemas de salud mental que sufrió
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No debe ser muy fácil jugarse todo un partido de fútbol intentando cruzar todas las líneas con el pie derecho. Ni el contacto con la gente (abrazos, autógrafos, celebraciones) cuando crees que son portadores de todo tipo de enfermedades.

Todo eso le pasaba a Zuhaitz Gurrutxaga mientras vivía lo que debía ser el sueño de cualquiera: jugar en Primera con el equipo de su tierra, la Real Sociedad.

Pero “cumplir tus sueños te puede arruinar la vida”, como ha contado ante el público que ha asistido en Librería Gil a la presentación de ‘Subcampeón’, editado por Libros del KO y escrito a cuatro manos con Ander Izaguirre, un autor ya clásico para esta editorial fundada y formada por cántabros.

Para entonces ya venía de pasarlo mal, muy mal este “chico de pueblo” con una “infancia y adolescencia feliz” que vio como a los 19 años le cambió la vida, al fichar por la Real, en ese momento en puestos de ascenso y acabar jugando en Primera, entrenado por Clemente. En su debut ante el Atlético de Madrid, en el que las instrucciones eran seguir al pichichi, le expulsaron por ser “demasiado agresivo”

A esa edad, reflexiona ahora, tienes dos opciones para triunfar: “o eres más maduro o eres un inconsciente”. Porque “si eres consciente de que si fallas en el campo, media provincia se va triste a casa, eso te mata”. “Y yo era muy consciente”, admite.

Recuerda él (y asienten los asistentes a Gil con la memoria y complicidad que tienen los devotos de ese caudal irracional que es el futbol) muchos partidos: ese contra el Racing de Santander en el que en el tiempo de descuento los de aquí les empataron: “en aquel partido empecé a escuchar murmullos por primera vez”.

(En ese partido, por cierto, se cambió con Gonzalo Colsa, presente en el acto, la camiseta que llevaba puesta en la presentación)

“Me llamaron tonto”, añade, antes de pasar al siguiente partido: otro fallo, otro murmullo y se escondió detrás de otro “para que no me pasarán el balón”. Para entonces ya se estaba dando cuenta de que todo aquello “le estaba viniendo grande”.

PONERLE NOMBRE AL “ESGUINCE DE CABEZA”

Ya cuando su misión de marcaje al jugador más destacado del equipo rival fue ante el Real Madrid y con Raúl vio que “no podía”. “Empecé a temblar. Tenía tanto miedo de fallar que simulé una lesión para ser cambiado”, explica, y nuevamente el relato gira al humor, porque nada es fácil, y fingir una cojera durante 40 metros ante 30.000 personas tampoco lo parece.

Con Gonzalo Colsa, en la presentación

Clemente se dio cuenta y vio el esguince “en su cabeza”, por lo que a partir de ahí, pasó al banquillo, “para mi tranquilidad”, que no siempre era perfecta porque a la vez no podía estar mucho allí si quería renovar. “Se hizo un bucle y algo se incubó en mi cabeza hasta que estalla”, describe.

Y estalla un verano en lo que ahora sabe que fue un ataque de ansiedad, con sus pensamientos corriendo “a la velocidad de la luz”, que cuando bajaron dieron paso a tres noches sin dormir. A la cuarta creía que se estaba volviendo loco, y cuando bajó la ansiedad, llegó lo que entonces no sabía que se llamaba depresión: se sentía triste, no se veía capaz de salir de la cama.

Se lo contó a su madre y recuerda como “el peor momento de mi vida” ese “salto de la adolescencia a la madurez” que fue darse cuenta de que ella, por primera vez, “no le podía ayudar”.

Y lo peor era que tenía que volver a empezar la Liga. No una temporada cualquiera: el año “histórico” en el que la Real Sociedad se jugaba con el Real Madrid el liderazgo de la Liga, partido a partido.

En los entrenamientos, “era un tío ausente”, porque estaba “en una depresión profunda”: “estás en una niebla constante, no ves bien, no oyes”.

La desconexión era con la propia afición: “cada vez que ganaba la Real mi tristeza se alejaba de la alegría de la gente y yo quería llorar en una habitación, y “cuando perdíamos estaba más cerca de ellos por la tristeza”.

A esos problemas sumó el trastorno obsesivo compulsivo, que convierte las manías en obsesiones y que busca la verificación constante, de la puerta cerrada, de la vitro apagada, pero de forma reiterada, comprobándolo siempre para que se bajara la ansiedad cinco veces. Cinco, el número de su camiseta.

Afloraron esos comportamientos que contábamos al principio, lo de las líneas, la higiene, que le volvió “un yonkie del gel”.

La Real no ganó, pero quedó subcampeona. En medio de las celebraciones, llamó a su madre llorando y a partir de ahí pasó ya a pedir ayuda al psicólogo.

«MUY VALIENTE CONTANDO FRAGILIDADES»

Consiguió ponerle palabras a lo que le había pasado, y también saca conclusiones: ”tenia cualidades físicas para jugar en Primera, pero no mentales”.

Firmando libros con Ander Izaguirre

No es el único: fingir lesiones, esconderse del balón…son cosas que ahora le confiesan otros futbolistas que también le han pasado. Su libro viaja ahora en concentraciones, lo leen jugadores que viven su debut en Primera.

Es, valora su compañero de escritura en el libro, Ander Izaguirre, “muy valiente contando fragilidades”. Lo hace, por cierto, con un sentido del humor y un carisma natural que cada dos por tres te lleva a preguntar por qué nos estamos riendo todos.

Hay más: su paso por equipos de Tercera, Segunda, su segunda vida en el mundo de la cultura con monólogos y actuaciones en los que habla de estos asuntos, incluso su función de asesor sobre gestión de la salud mental para equipos de fútbol.

Su relato habla de muchas otras cosas: de gente que entonces no se dio cuenta de lo que pasaba porque entonces la salud mental no estaba en la agenda.

Hoy en la presentación el público asentía cómplice, y no sólo porque recordaba, con el fervor emocional de los devotos del fútbol, los partidos, fechas, jugadas y jugadores que iba mencionando, sino porque ansiedad, depresión…, son palabras cotidianas. Partidos que quien más y quien menos ha jugado alguna vez, porque en el fondo todos somos subcampeones.

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