No hacían falta cuchillas para frenar los intentos de acceso al Puerto de Santander

El Puerto da por zanjada la situación de los accesos que decía que sólo podían impedirse con las concertinas, sin necesidad de extenderlas a todo el perímetro
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Pues resulta que no, que no hacían falta cuchillas (la crueldad del método quedaba camuflada bajo el aparentemente frío nombre de concertinas) para evitar los intentos de acceso al Puerto de Santander.

Lo confirman los datos que difundía este viernes el delegado de Gobierno en Cantabria, Pedro Casares:
en lo que va de 2025 sólo se han registrado cinco intentos de intrusión en el Puerto de Santander. Un desplome histórico si lo comparamos con los 2.194 intentos contabilizados en 2021 o los 450 que aún se registraban en 2022.

El dato es relevante porque ese aplaudido descenso se ha conseguido sin llenar todo el Puerto de cuchillas, que es lo que se presentó como la única solución posible frente a un descenso de tráficos que, hay que recordarlo, llegó con César Díaz al frente de la Autoridad Portuaria.

El Puerto de Santander pasa de pronosticar su hundimiento por los accesos irregulares a perder tráficos cuando ya no los tiene

Tenemos que recordar una evidencia: hay un tramo de cuchillas en el Puerto, pero lo que se invocó como única solución fue una extensión a todo el perímetro que, no hay más que recorrerlo, no llegaron a instalarse.

Más allá de los datos, las palabras siempre fueron importantes y por aquí lo tuvimos siempre claro: nunca fueron polizones porque un polizón es alguien que se mete en un barco sin permiso y eso no es lo que estaba pasando aquí. Lo que sucedía en el Puerto que cobija a las grandes fortunas locales, nacionales o globales es que había migrantes que INTENTABAN acceder y no lo conseguían. Muchos de ellos lo intentaban, repetimos, intentaban, en los bajos de los coches, y el intento era frenado porque resulta que el Puerto tenía su propia Policía y además el apoyo de la Guardia Civil.

Pese a esto, recordemos, que fuerzas uniformadas impedían los accesos a un Puerto que ya estaba lo suficientemente controlado por personal, cámaras y un muro ampliado, durante meses el debate público giró en torno a la necesidad de poner cuchillas encima del muro elevado para impedir lo que se presentaba como accesos de polizones cuando eran intentos que casi nunca se consumaban.

El Puerto de Santander admite al Defensor del Pueblo que no hacen falta concertinas

Puestos a recordar, hay que volver a decir que quienes más mancharon la imagen del Puerto de Santander fueron los propagandistas que replicaron su argumentario pro-cuchillas y anti-extranjeros pobres: fueron partidos como el PP o el PRC los que hablaron de que era un “coladero”, la “casa de Tócame Roque” o un “campo de trabajo de las mafias”. La campaña fue tan bochornosa que la Guardia Civil tuvo que salir a defender su trabajo y recordar que ya impedían esos accesos y les suponemos atónitos al ver que las críticas venían de la teórica gente de orden.

La insistencia logró que en medios y redes mucha gente asumiera un argumentario que iba contra la evidencia: nos venían a decir que el Puerto en el que tienen empresas los apellidos engarzados y los expresidentes del Madrid (ya saben, esa gente que nunca mira por el negocio) estaban amenazados por un grupo de migrantes que ni siquiera tenían agua corriente (mucho menos, policía y Guardia Civil a su servicio). Es que el argumentario no se sostenía ni con los propios mensajes del Puerto, que mes tras mes repetía que sus datos eran de récord. El machaque fue tal, y por eso lo escribimos siempre que hay ocasión: el método al que quería recurrir el Puerto, que pese a sus estadísticos delirios de grandeza resulta que no es ni el de Gijón ni el de Bilbao (tenemos entendido que son dos potencias mayores que nuestro modesto espacio de una modesta ciudad en una modesta comunidad) no se utilizaba ni en la frontera sur española, en la que presuponemos más flujo de intentos de accesos que el que escandalizaba por aquí.

Todas las previsiones fallaron: no sólo no se marchó Britanny Ferries sino que llegó Boluda, y los únicos descensos reales en los tráficos se produjeron con la crisis global de la guerra en Ucrania y este año, con César Díaz en el Puerto, sin cuchillas y con apenas cinco intentos de intrusión en todo lo que llevamos de 2025. El problema, como siempre, es que eran “demasiado extranjeros”.

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