“Estoy más aburrida que la una”: El Corte Inglés, Marismas y amigas, la rutina de la mujer del funcionario mientras estaba contratada en La Encina

Los investigadores tienen claro que la condición de empleada de la mujer del funcionario “es una mera argucia para justificar un trasvase de fondos a favor del entorno de Miguel Ángel como compensación por otras cuestiones”.
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(En la foto, centro de jardinería La Encina, una de las empresas investigadas y cuyo responsable contrató a la mujer del funcionario, según el sumario)

Sobre el papel, Beatriz del Río, la mujer del funcionario expedientado de Carreteras Miguel Ángel Díez, detenido e investigado por coordinar adjudicaciones a las empresas Rucecan, API o La Encina, tenía mucha actividad: figuraba como empleada en ENCINA GESTIÓN INMOBILIARA, administrada por el mismo empresario de LA ENCINA, adjudicataria de contratos gestionados por este alto funcionario de la Consejería de Obras Públicas, y además era administradora de una empresa, PARIVARI LAGANI, cuyos principales ingresos venían de las empresas adjudicatarias de obras tramitadas por su marido y que tenía a su vez contratada a su hija.

Sin embargo, las escuchas telefónicas, e incluso los seguimientos realizados por las agentes participantes en esta operación de la Agencia Tributaria y la UDEF (la Unidad de Delitos Económicos y Financieros de la Policía Nacional), a los que ha tenido acceso EL FARADIO, reflejan un estilo de vida muy alejado.

Los investigadores tienen claro que la condición de empleada de la mujer del funcionario “es una mera argucia para justificar un trasvase de fondos a favor del entorno de Miguel Ángel como compensación por otras cuestiones”.

Porque sus rutinas diarias describen básicamente como  acudir varios días a la semana en horario matutino al gimnasio MARISMAS, desplazamientos a centros comerciales como El Corte Inglés, Mercadona, tiendas de moda, o quedar con amigas y familiares.

Algo que es importante porque corrobora que “no desempeña ningún trabajo por cuenta ajena, no estando sujeta a horario laboral alguno”. Son, directamente, rutinas “incompatibles· con una vida laboral o con su condición de administradora de una empresa.

Y los mapas de sus recorridos la sitúan prácticamente siempre en Santander, y prácticamente nunca en Piélagos, donde está la empresa en la que trabaja.

Sólo una vez de las que la hicieron seguimiento a ella o a su teléfono la encontraron en esa zona: una vez que llevó el coche del matrimonio a un taller y aprovechó para acercarse a la sede del Centro de Jardinería La Encina para recoger unas plantas.

Además de los  seguimientos, del rastreo de la geolocalización de su móvil,están los propios contenidos de las llamadas, que, si tenía trabajo, debían reflejar algo, pero registraban conversaciones “exclusivamente” de carácter personal y familiar. Nada de trabajo en una inmobiliaria (visitas a pisos, contactos con clientes) ni tampoco ninguna llamada a proveedores , como haría una empresaria o administradora de una empresa.

De hecho, en alguna llamada sí se desliza el conocimiento que tiene de las reuniones de su  marido, como Elías, de Rucecan.

En una ocasión, su marido llamó (él en lugar de ella) al aparente jefe de la empresa en la que formalmente trabajaba, la inmobiliaria de LA ENCINA, para pedirle la última nómina de su mujer, que necesitaba para poder renovar la tarjeta de compra de El Corte Ingés, “la normal”.

Visita mucho El Corte Inglés (“El Corte”): para cambiar un pijama, un día había oferta de lechazos en la carnicería (a 16 euros el kilo, aunque al final “no se nos logra, me cago en la mar”), aunque también va a Zara, compra pan en La Gallofa.

La llaman amigas o familiares, muchas veces la pillan en Marismas (en El Sardinero, relativamente cerca del piso “pequeño” al que se mudaron desde la casa en Piélagos anterior, se cuenta en otra parte del sumario).

En general, se aburre: el marido está siempre fuera (“Mira a la hora que salgo”, le dice él a ella un día),  las hijas ya estudian, no las llama tanto como quisiera por si están estudiando. “Estoy más aburrida que la una (…) tengo todo el tiempo del mundo”, confiesa.

Su marido es consciente y así lo refleja en alguna llamada: incluso tiene “altibajos” de querer ponerse a trabajar, porque “aunque vayas al gimnasio por la mañana, pues hay que llenar el día”.

Es el cumpleaños de Miguel Ángel.  Un “amigo” le ha traído un “jamón”. Ella no le regala nada, “no quiere nada, una colonia”. “Le digo: Te voy a poner un sobre de dinero, y  se descojona de risa”, comenta con una amiga. “Está bastante chulito porque hoy está muy solicitado”, tiene un “no sé qué”.

No tiene que madrugar (“madrugo porque me despierta”); da paseos, habla de herencias, de cerrar cuentas bancarias, de médicos.  Hoy no viene a comer su marido. Pero eso no significa que no piense en ella: le pide a Elías, de Rucecan, que les organice a todos una visita a la bodega Valduero, en la carretera de Aranda, en Burgos. Son vinos, dice la bodega, en los que el tiempo pasa despacio.

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