“Me cago en la hostia, ¿no confías en mí?»: El funcionario de Carreteras daba instrucciones a las empresas sobre cómo comportarse en las bajas

Miguel Ángel Díez coordinaba a las empresas entre sí para que presentaran propuestas a adjudicaciones de su área
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Hay días en los que el teléfono de Miguel Ángel Díez (que manejaba indistintamente dos líneas) echaba humo.

Los investigadores de la Operación Sésamo (que así es como se llaman los seguimientos que desembocaron en la detención de este funcionario, exjefe de Servicio de Carreteras en la Consejería de Obras Públicas,  y de las empresas adjudicatarias como consecuencia de sus informes: API, La Encina, Rucecan, Cannor, ,de las que constan pagos a él o su familia) describen, gracias a los pinchazos telefónicos, alguna de estas jornadas.

Como la semana en que el funcionario, a quien hay interlocutores que llaman El Capitán, llegó a conversar con representantes de SENOR, RUCECAN, Cannor y La Encina (la misma persona), sobre distintos detalles de las adjudicaciones bajo su responsabilidad, que permiten a los investigadores concluir que Díez Barrio “impartiría instrucciones precisas, dado su papel central en la valoración de los criterios de adjudicación en la licitación, para que obtuvieran puntuaciones máximas en apartados concretos”.

Así, llamaba a unos y otros, por separado (en este caso, a los hermanos Celis de Rucecan y a José Saiz de La Encina) para instarles a que “se pongan de acuerdo para concurrir a la licitación de manera no competitiva, beneficiándose unos por la obtención de la misma y el otro vendiendo material por encima de su valor”.

«NO ME HAGAS NINGÚN FAVOR…HAZ LA BAJA QUE TENGAS QUE HACER»

También se negociaría un concierto en las bajas sobre el precio de licitación de salida o en la concurrencia de unos y otros a distintos lotes, en un proceso del que se quedó fuera SENOR, desconocedor de los detalles, si bien su representante “establecería contacto con vistas a, aparentemente, establecer una colaboración en el mismo sentido” (textual de los investigadores) en base a  “todo aquello que habíamos hablado hace tiempo» (literal suyo de las conversaciones). Algo sucedió entonces que no salió como debía, los dos aluden a ello.

El propio Miguel Ángel aboga porque, aunque “no me gustó lo que pasó” y  “correr un tupido velo”  porque “no va a volver a pasar”. “No hay que buscar culpables por algo que pasó hace cuatro años”, le responden. Eso sí, el funcionario le dice: “no me hagas ningún favor (…) haz la baja que tengas que hacer”.

Se refiere a la baja respecto a la oferta económica en que se licita el proyecto, condicionante de muchas adjudicaciones a la hora de mirar los apartados económicos y uno de los elementos que sale constantemente en las conversaciones.

QUE PAREZCA UN ACCIDENTE

En otro conversación, le dice a uno de los hermanos Rucecan que no recordaba que había una parte del concurso para la adjudicación de la obra “del aglomerado” que se valoraba en 30 puntos (las obras se adjudican por baremos de puntos), así que le traslada que “tiene que prepararlo bien para ir a los máximos puntos” y que hablará con José (es el nombre de su interlocutor en otra empresa, La Encina-Cannor y a quien en otra conversación se refieren como “el de las plantas”).

Este, anticipa el funcionario, hará “lo que le diga”, y lo que le dirá es “que lo haga de tal manera que parezca un accidente”, y luego ambos, Rucecan y José, “ tendrán que sentarse a hablar”.  El representante de Rucecan responde que le parece bien, pero “con el compromiso de que si es adjudicatario (JOSÉ) que no lo coja”. Y Miguel Ángel, el funcionario, responde a su vez que “confíe en él y no se preocupe, que va a ser seguro” , pero que ambas empresas van a tener que “establecer una relación comercial”, haciéndole “un buen precio”. “José va a hacer exactamente lo que diga yo”, tranquiliza.

El de Rucecan insiste en que le corresponde a él, pase lo que pase en la adjudicación, a lo que el funcionario le insiste: “Que sí, joder hostias, escucha me cago en la hostia, ¿no confías en mí? Tú confía en mí, mi palabra vale más que (ininteligible) firmado”.  El de Rucecan se contagia del tono coloquial: “Que si joder, me cago en la leche, como me dices que no confío en ti, no me jodas”.

El aludido, José, de La Encina y Cannor, le pedirá en la conversación posterior hablar en persona “para que se lo explique bien”, porque está “un poco torpe”. Lo importante, le dice el funcionario, es “preparar eso de puta madre para los treinta puntos” y sentarse a hablar y negociar.

“COMO EN TODAS LAS OBRAS…IREMOS NEGOCIANDO”

Al de SENOR le plantea que se presente, pero que “no haga nada que le perjudique”.  Dos lotes eran sus aspiraciones: “Y  luego… lo que pase por el camino, lo que pase, lo que pase lo que no pase por el camino, pues como todo en las obras…iremos hablando…iremos negociando.”

Siguen las conversaciones en esa sucesión de días de noviembre del año pasado: Rucecan dice “tenerlo todo controlado”, pero el funcionario teme que “lo vais a cagar”. El funcionario llegó a visitar fisícamente la sede de RUCECAN en Torrelavega.

En una nueva conversación con Ricardo (SENOR), menciona a otros posibles licitantes, como COPCESA, GIPSA y CANNOR,  tratando de excluir a alguien (David), que “se subiría al carro” y que a Ricardo no parece gustarle.

En este caso, desde Rucecan plantean que irían con  “bajas pequeñitas” y que sería la oferta técnica la que decidiría.

Para entonces los aspirantes a la obra ya han hablado entre ellos, en una conversación que el de Rucecan le cuenta al funcionario. “Él me dice, eh, bueno joder pues ya está, tú me dices la que quieres y yo te digo la que quiero y yo te digo la baja en la que yo quiero, te digo la baja con la que quieres ir tú, a la que tienes que ir tú”, a lo que Miguel Ángel añade un “este es un listo”.

“Hay que intentar llevarlo a que todos vayamos con la misma oferta económica más o menos”, explica Rucecan.

En el transcurso del proceso, Rucecan defiende que la baja “fue buena”,  aunque conseguir 10 puntos, objeta el funcionario, “es la polla”.  Y ya pasan a la siguiente adjudicación, que se hará en tres tramos (total, 6 millones(, para que no se pase de la cifra que requeriría preparar una licitación “como una obra”. Lo que implica, además,  que «eso puede venir uno de Almería y presentarse».  A Rucecan le parece “de puta madre” (que los investigadores, en el resumen, vuelcan en un contenido “entusiasmo”).

Se detectan incluso envíos del funcionario de informes o documentos sobre cómo proceder.

LICITACIONES “VICIADAS”

En resumen, los investigadores concluyen que Miguel Ángel “no se limita a organizar el concierto” entre Rucecan y La Encina  para presentarse a la licitación o advertirles que preparen adecuadamente la parte del concurso de la misma,  “sino que se ofrece para tener un papel directo y ejecutivo en la preparación de la documentación, ofreciéndose recurrentemente a reunirse” (son constantes las referencias a verse, comer o tomar café).

El resultado es que la presentación a las licitaciones estaría “viciada”, dado que “acuerda que no sea de carácter competitivo entre los licitantes, sino que estos colaboren entre ellos para obtener la licitación unos y beneficiarse con la venta con sobreprecio de material otros”, en un comportamiento que “de ninguna manera puede ser a título gratuito, sino que necesariamente ha de tener unas contraprestaciones de carácter económico”, que los investigadores relacionan directamente con los pagos recibidos por la empresa que administra su mujer (una fotocopiadora, sin actividad), junto a otros pagos indirectos, como la nómina también de  su mujer.

MEJOR EL RIOJANO QUE EL CAÑADÍO

Las conversaciones son de todo tipo: el de La Encina pide al funcionario que intervenga ante una obra que le habían parado,   alusiones a contratos de emergencia,   advertencias a empresas cosas que no se habían incluido en la documentación de una de las empresas (que dice que “se va a hacer el loco» porque de todos modos no va a ser el adjudicatario final).

Hay cierta conciencia de que no está bien del todo: desde referencias a cosas que se prefiere hablar en persona, o los lugares en los que pueden verse en público (el funcionario no quiere ir “donde nos vayan a ver, que la cosa es la hostia bendita”, refiriéndose al restaurante Cañadío, mientras que Rucecan prefiere el Riojano y defiende que “no tenemos nada que ocultar”.

Existe  temor a que ciertas lotes de zonas de adjudicaciones se vinculen a Miguel Ángel, o la referencia a la carretera Mar-Mogro, de la que sería adjudicatario Rucecan(Miguel Ángel le advierte de que  “tenga cuidao, que la gente es muy mala» y que «se rumorea mucho en la calle».; o como José Luis “el de API” es “un peligro”; o el “lío” con la inmobiliaria Gumar, que es amigo de “el otro”, y ahí el funcionario echa el freno:   «que tampoco le vaya trayendo clientes».

A veces surgen problemas, como que en una de las reuniones la empresa no tenía un “puto” portátil. “ ¿Cómo que no tenéis un portátil, joder? ¿No tenéis un portátil en la empresa? … Que le compren, (resopla), que vayan al Corte Inglés, coja, le compre y ya está, y me le meta a mí en el contrato”, resuelve al final.

Y preocupación porque las cosas se hagan bien: “Quiero una reunión técnica, no de barra de bar”, dice en una llamada a José Luis (en otra conversación le cita como el de API), porque se trata de “saber qué tenemos que poner para luego yo no tener problemas …” “Luego podemos poner en el pliego lo que me salga de los cojones, o sea me refiero al concurso, ¿de acuerdo?·, explica.

En otra conversación , Miguel Ángel manifiesta que «lo pone a huevo» y que los demás «tendrán que hacer su labor», incluyendo el apartado técnico. «Y luego haré yo lo que sea», concluye.

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