Ramón Lobo. Todo empieza con la palabra

Ha fallecido Ramón Lobo, veterano reportero de guerra con quien coincidimos en varias ocasiones en EL FARADIO.
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Todavía no estábamos ni asomados al vértice del tornado de odio y Ramón Lobo lo veía porque ya lo había visto antes porque si ves el proceso desde el final descubres que la guerra empezó con una palabra.

Ramón Lobo en el acto de La Vorágine, en el que fue presentado por Oscar Allende

En EL FARADIO coincidimos en varias ocasiones con este veterano reportero de guerra: una en un encuentro con periodistas, organizado por Movimiento por la Paz Cantabria (MPDL, miembro de la Coordinadora Cántabra de ONGDs). Estábamos a punto de lanzar el proyecto y nos aconsejó tirar por aquello que nos hacía diferentes. Nos reconfortó, igual que su mensaje de que los medios habían perdido su cuestionamiento del poder y se habían «llenado de trajes». Era un veterano del periodismo, de los de categoría de maestro, pero eso no le impedía abanderar el discurso crítico sobre la profesión, pese a no ser seguramente la postura más cómoda. Pero sí la que podía permitirse con su voz.

Y luego ya dos con todo en marcha: una en una charla en La Vorágine dentro de los actos previos a Santander corre por Yemen (primero había sido por Siria, después viramos al lugar al que acababan llegando las bombas que se embarcaban en nuestro Puerto) que organizaban Pasaje Seguro y Amnistía Internacional, y otra le invitó la Coordinadora Cántabra de ONGDs en la Semana de la Pobreza.

En ambas, le presentaba yo (la de Siria fue la primera vez que alguien nos invitaba a presentar un evento como Faradio, algo entonces y ahora vimos como un reconocimiento a nuestra función y que luego pasó a ser frecuentes).

“Los periodistas habíamos perdido el cuestionar el poder”

En la primera charla, sobre el reto de la acogida a refugiados (entonces hablábamos del reto, no de si había que acogerlos) hubo un pequeño incidente con alguien del público. Se supo defender de sobra.

La otra es más cercana en el tiempo, y estaban empezando a pasar cosas que no nos hubiéramos imaginado en la vida. Una manifestación de los del odio, de los que le sobra la gente que no es de aquí, mismo día y hora, pasando al lado de donde se daba la charla, en unos soportales –llovía, era Santander—de la Porticada, que es tanto el núcleo de la ciudad diseñada por el franquismo como el lugar donde se celebraban las asambleas del 15-M o el nuevo rumbo de la Feria del Libro de Santander, FELISA. Hablábamos sobre pobreza y cooperación entre verjas y con un policía pendiente de nosotros. Pasaron de largo.

Para alguien curtido en el conflicto la guerra es, con perdón, tan rutinario en lo informativo como una inauguración para otro tipo de prensa. Tal vez por eso de haberlo visto todo le veíamos en redes hablar con naturalidad, e incluso bromear, sobre su enfermedad y su propio fallecimiento. “Qué lección de vida vas a darnos a todos”, le decía esta semana Eva Nasarre, el mito del aerobic televisivo de los 80, hoy dándonos su propia lección de vida sobre los derechos de las personas con discapacidad.

Ramón Lobo: “El odio no comienza en la primera bala, comienza en la primera palabra”

Desde esa perspectiva, la de encontrarse la muerte donde los demás vemos semáforos, había reflexiones suyas que más que ideas eran conclusiones: las veces que coincidimos, en la librería, en los soportales, después tomando algo o en las entrevistas que le fuimos haciendo latía siempre la idea de que el odio es un camino cuyo primer paso se da con una palabra.

Pasó en Ruanda con las radios llamando a matanzas, y pasa en cada conflicto en el que lo primero es crear un otro, existiera o no, después quitarle la categoría de personas (ese “ratas” tan versátil que empezó contra los judíos y todavía hoy escuchamos) para pasar a asignar a ese grupo la capacidad de amenazarnos porque entonces, si les vemos capaces de atentar contra nuestra familia, nuestras costumbres, entonces si les hacemos algo no les estamos atacando, sino defendiéndonos de ellos. Una lección que ONGDs, educadores y periodistas (al menos nosotros) aplicamos en el día a día tanto en nuestros medios como en los talleres por la convivencia a los que nos llaman, y cuya sola mención, por cierto, está empezando a suponer mensajes de advertencia de X, antes Twitter: recordar que los bulos generan odio es visto como una amenaza.

Lo que vale para la guerra vale para la vida, que para Ramón no dejaba de ser una extensión, una sucesión de guerras cotidianas (aquellos días teníamos claro que La guerra empieza aquí). Todavía no estábamos en las escaramuzas de las guerras culturales (sic), que, aunque hayamos esquivado una bala fuerte,  parece que vamos perdiendo. Era cuando teníamos la iniciativa y nuestras energías no se nos iban en defender lo conseguido (aunque a lo mejor no tiene por qué ser un falso un dilema). Porque hay un momento en que los del odio no pasan de largo. Lo aprendimos de Ramón.

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