La campaña que nos llevó del bipartidismo a la telecracia

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Finalizan las dos semanas de una de las campañas electorales que más ha puesto de manifiesto la abismal distancia entre el mundo en que vivimos y la galaxia muy, muy lejana, en que siguen instalados los partidos políticos que se han turnado en el poder en España durante las últimas décadas.

Seguimos en Cánovas y Sagasta, en la Restauración, en el siglo XIX. Y de lo que va esta campaña es del fin de ese sistema de turnos en que terminó convirtiéndose el consenso de 1978, del fin del bipartidismo.

Va, también, de a quienes van a dar poder los españoles el domingo para la negociación pendiente: la renovación del consenso que reclama la generación que empuja; los cambios a los que se resiste la generación que todo lo ha acaparado.  Y entre ambas, años luz de distancia.

La lejanía la comprobamos en factores como el tenso cara a cara entre PP y PSOE, olvidándose en su intercambio dialéctico no sólo de que estábamos mirando, sino de que ahora hay vida más allá de ellos.

Mariano Rajoy en Santander

Mariano Rajoy en Santander

Y en otros elementos, como la demonización de los pactos: si algo quedó claro en mayo es que no vamos a mayorías absolutas, que hay que dialogar y pactar para conseguir instituciones estables y que no pasa nada por hacerlo, porque, al fin y al cabo, es lo que venimos haciendo ahí fuera, en el mundo real.

Pero, en cambio, lo que oímos fue apelaciones al miedo para rechazar los pactos de ‘súper rojos’, de perdedores, de las dos derechas, de las grandes coaliciones, de las operaciones Meninas…

El lunes habrá que hablar y los partidos no están cómodos. Las urnas pedirán pactos y a los partidos no les gusta, pero resulta que en los negocios el que paga manda y el cliente siempre tiene la razón.

Otro punto que demuestra el alejamiento, y la percepción que se tiene del votante, es la omisión de los grandes debates: el año que viene se vendrán recortes en España, pedidos por Bruselas, y en Cantabria, pedidos desde Madrid y ocultados sucesivamente por esos adalides de la transparencia que son PP y PSOE.

Las urnas pedirán diálogo y los partidos no hacen más que criticar los pactos

Se nos pasan los titulares entre amenazas sobre los pactos y lo que pasará si gobiernan los otros, cuando por un cambio de Gobierno nunca se acabó el mundo, ni tampoco llegó el paraíso.

Y mientras, esquivan las debilidades como partido y se limitan a pedir fe en sus capacidades, cada vez menos para cambiar el rumbo de nuestros destinos colectivos e individuales.

Y, sobre todo, las debilidades como país:

No se ha hablado del problema de pérdida de población ni de la (in)suficiencia de las pensiones, ni de lo que estamos llegando a hacer para tener unos mínimos ingresos de los que salgan los futuros impuestos que sufraguen los servicios públicos que necesitamos. No se ha hablado de todo lo que no funciona, que es lo que hace que la corrupción duela más.

LA CAMPAÑA PASÓ POR CANTABRIA

En una Cantabria conservadora y tradicionalmente parada, en estas elecciones hay cierto morbo, y no precisamente sexual: el reparto de escaños siempre ha sido 3-2 a favor del ganador de las elecciones, excepción hecha del 4-1 de 2011, que hay que situar en el contexto del tsunami electoral antiZapatero de ese año.

Pero en esta ocasión se tiene el antecedente de mayo, en el que entraron en el Parlamento de Cantabria diputados de las nuevas fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos.

Pero, sobre todo, están las encuestas, es decir, las tendencias, que meten a estos partidos en el Congreso, con repartos que van desde el 3-1-1 hasta el 2-1-1-1 (con el que entrarían todos), y que, en cualquier caso, lo que revelan es un estancamiento del PSOE, como evidencia además la ausencia de su candidato nacional, Pedro Sánchez, de Cantabria durante la campaña. Tila extra para Diego Movellán, el 3 del PP, y Rosana Alonso, la cabeza de lista de Podemos, que se van a disputar el tercer escaño cántabro de los cinco en liza.

Confesiones frente a un sobao

Confesiones frente a un sobao

 

El morbo extra, el picante, lo dan en estas elecciones las 96.000 decisiones individuales de las personas que en mayo votaron PRC y en diciembre no tienen, teóricamente, qué votar porque el partido de Revilla no se presenta a las generales.

A ellos han ido guiños como la asistencia de Pedro Hernando a un mitin del PSOE con Rubalcaba, la llamativa ausencia de críticas desde un PP caracterizado por las reacciones viscerales al presidente cántabro como principal rasgo identitario, las propias menciones de Revilla a la necesidad de votar a partidos sin corruptos o a que Cantabria le iría mejor con un gobierno del mismo signo que sus socios socialistas…

Pero, sobre todo, ese En busca del tiempo perdido que cambió la magdalena de Proust por el sobao de El Ángel, el encantador bar de Peñaherbosa en el que se toman el café políticos, funcionarios y periodistas y que tuvo esta semana un visitante inusual, un Pablo Iglesias a cuyos ojos se volvió a referir Revilla en lo que ha parecido el guiño definitivo.

Ha sido una semana en la que la campaña se desplazó a Cantabria, con la visita de Mariano Rajoy, recibido entre grupies aunque con algún encontronazo con la corrupción, o la de un Albert Rivera de Ciudadanos que se topó con el crescendo de las declaraciones machistas y fuera de lógica (mujeres yihadistas, aborto como violencia, violencia feminisita…) de su ya famoso candidato por Cantabria, Carlos Pracht

EL PP HUYE DE LA CORRUPCIÓN

Ana Madrazo, candidata del PP

Ana Madrazo, candidata del PP

De lo que le gustaría hablar al PP en campaña es de lo que lo ha intentado:

De cómo cogieron un país destrozado por Zapatero y lo levantaron a costa de sacrificios, con el empleo, los impuestos y el miedo como palabras más repetidas, como ha puesto de manifiesto en campaña Ana Madrazo, diputada nacional experta en temas fiscales y cabeza de la lista ‘popular’.

Ese relato obvia la corrupción (que ha aflorado en campaña, nuevamente en apellidos ilustres), y, sobre todo, su reacción condescendiente ante sus casos (ese famoso “sé fuerte” que persigue a Rajoy, y que le espetó un santanderino en su paseo por Santander, en el que hasta le salió al paso un alcalde imputado).

PEDRO BUSCA SU SITIO

Puerto Gallego, candidata del PSOE

Puerto Gallego, candidata del PSOE

Sobre el papel Pedro Sánchez debería tenerlo fácil: en la legislatura de los recortes y la corrupción, bastaba con enarbolar el recuerdo de lo que fue el PSOE en materia de derechos y servicios públicos, el principal reto de la candidata Puerto Gallego, veterana ya en el Congreso y experta en temas sanitarios.

Pero algo pasaba, algo iba mal, se preguntaba el candidato, que optó –sin decir ni una mentira- por el perfil agresivo en el cara a cara. Y aún así algo fallaba. Y es que tal vez la estrategia del recuerdo del PSOE hizo que muchos votantes tuvieran en mente el recuerdo del PSOE.

Un PSOE que se blinda con los mismos mecanismos que el PP. Y sólo hay que ver las listas, apenas renovadas, aunque la número uno al Congreso (Puerto) tenga al alfil de la prevaricación amenazando a su reina, a pocos pasos de la dimisión según su propio código ético.

Si vuelve a salir elegida, el Supremo retomará el asunto de los contratos fraccionados en el Ayuntamiento de Santoña cuando era alcaldesa. Si no sale, será en otro nivel de la Justicia donde se dirima.

LOS MORADOS SE PUSIERON ALBARCAS

Rosana Alonso, cabeza de lista de Podemos

Rosana Alonso,  de Podemos

Después de las cesiones en puntos de su programa que les hicieron famosos hace un eterno año y medio en el que a los de Podemos les ha pasado de todo porque ya son un partido, con todo lo que eso supone, Pablo Iglesias innovó en campaña con otro cambio: dijo aquello de «no olviden» y se esforzó en sonreír, en los carteles y en los debates, menos mal encarado y comprendiendo que a la emoción de la indignación debía sumar otra ilusión positiva:

La de ganar, a la que apunta Rosana Alonso, candidata por Cantabria, procedente del mundo de la educación pública, al frente de una lista que ha integrado a miembros de la formacion ecologista Equo.

Aunque puestos a sumar, les interesa sumar votos, y en Cantabria esos pueden venir tanto de un PSOE al que le han hecho todo tipo de OPAS hostiles como de Revilla I El Deseado. La vida inteligente que demuestra Podemos es también su principal talón de aquiles: el exceso de estrategia, que en ocasiones chirría.

Porque el abrazo a Revilla es el abrazo al tripartidismo. Y si es para ganar elecciones bien estará según El Príncipe. Pero no olviden. No olviden sentencias de derribo, no olviden Puerto de Laredo, no olviden caso Racing…

A CIUDADANOS SE LE ATRAGANTÓ EL FEMINISMO

De lo que le gustaría hablar a Ciudadanos en campaña es de lo que ha hablado, de regeneración, de valores, de cambio y de juventud, salpicado con alguna medida y sin mojarse mucho en los pactos.

Carlos Pracht le agrió buena parte de la campaña a Rivera

Carlos Pracht le agrió buena parte de la campaña a Rivera

Están en lo alto de la cresta de ola, el mismo punto en el que estaban Podemos cuando estallaron las black, así que de ahí en adelante empieza el descenso y la tensión y sobreesfuerzo por exposición que supone una campaña electoral.

Sus propuestas han sido criticadas, en especial el contrato único, en el debate a cuatro le delataron los nervios, pues resulta que Albert Rivera era humano.

Y su paso por Cantabria y los días posteriores   han sido oscurecidos por las declaraciones de su candidato Carlos Pracht. un médico que no ha sabido hacer el diagnóstico de los problemas de desigualdad de género que perviven en España.

UNIDAD POPULAR Y UPYD: SIN ENCUESTAS Y SIN FOCOS

Unidad Popular es la marca bajo la que concurre Izquierda Unida, con un Alberto Garzón que pese a los silencios de platós y encuestas, ha logrado atraer a más públicos de los previstos y sorprender en redes sociales, con un mensaje en el que reivindica que no reniega de las ideas de izquierda. En Cantabria, el candidato es Sergio Tamayo, muy conocido en ámbitos sociales y firme defensor de la convergencia.

También sin encuestas y sin focos, y superado el relevo de la fundadora Rosa Díez, en UPYD han optado por una campaña sencilla, con un Andrés Herzog que ha tratado de recuperar el impacto de su labor como abogado contra Rato y otros casos importantes, que, en Cantabria han tocado el tema de la planta de asfalto ecológico de la constructora de COPSESA. En Cantabria, el candidato es Román San Emeterio, que además es el coordinador de la campaña nacional.

Aparte de contra los focos y las encuestas, estos dos partidos tienen una batalla común: las apelaciones al voto útil. Por eso se empeñan en recordar que, al margen de para repartir escaños, los votos ayudan a tener grupo parlamentario, es decir, voz propia y recursos para trabajar.

Para tenerlo, hace falta un 5% de los votos nacionales, por eso recalcan que los votos que logren en Cantabria también ayudan a ese objetivo.

DE DEBATE A DEBATE

PP y PSOE no han conseguido entender, y así lo demostraron en el debate a dos, que su eterno juego del ‘Y tú más’ sólo les llega a ellos y a sus más devotos, pero que resulta anacrónico (tanto como el formato y el decorado del debate con Campo Vidal) cuando el espectro está más repartido y hay más opciones a su izquierda y derecha.

La campaña como espectáculo

La campaña como espectáculo

El debate a dos, crispado y sin grandes aportaciones, resultó más sangrante aún con la comparativa del debate a cuatro celebrado antes, con nuevas opciones, mejor preparadas y, sí, más telegénicas.

Porque no cabe duda de que el debate a cuatro (con la ausencia de un Mariano Rajoy que ha priorizado la estrategia frente a la salud democrática, y que considera que no acudir a un debate entre candidato es una opción) fue un espectáculo, un evento, un show, con sus respectivas hinchadas aplaudiendo y el análisis de la jornada posterior.

Lo que vale para Tómbola vale para los Manolos y lo que se venga.

Es cuestión de fórmula, en una campaña en que han pesado más Bertín Osborne o Pablo Motos que cualquier portada.

¿Y AHORA QUÉ?

Porque ese es el principal reto de la España en la que nos vemos el lunes: la toma de conciencia de que no es responsabilidad de nadie salvarnos.

Ni de los dos de siempre, ni de los dos nuevos, que ya tienen ejemplos a sus espaldas de lo que supone el exceso de cálculo, la definición de estructuras y la devoción de sus fieles. De lo que es formar un partido, en definitiva. Es casi estructural, y por eso es mejor dejar de funcionar con la mentalidad religiosa con la que funciona el votante español de que vendrá un Salvador a sacarnos de la travesía por el desierto.

La responsabilidad es nuestra, porque la cosa empezó a mejorar cuando nos plantamos en las calles, cuando dijimos que había desahucios y problemas con la alimentación de los más pequeños, que no queríamos el fracking y que los bancos nos estaban estafando con nuestro propio dinero.

Sólo con esa presión conseguimos que algo de nosotros estuviera en los programas electorales y en algunas instituciones. No pasó antes: los partidos tradicionales no reaccionaron antes y los nuevos no tuvieron impulso antes. Fue en ese momento. Imaginad lo que pasaría si nos volviéramos a relajar y pensad si nos lo podemos permitir.

El 20 de diciembre lanzaremos un mensaje en las urnas: ¿A quién fortalecemos para la negociación de la España del futuro? Pero nada volverá a ser como antes. Ni delegamos la democracia por cuatro años ni subcontratamos nuestro futuro. Seguiremos por aquí.

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