El PP santanderino se atasca (otra vez) con la movilidad 

La falta de comprensión del término disuasorio que se quiso asociar al proyecto de El Sardinero se suma a otros fiascos, como el MetroTus, o las dificultades para entender los carriles bici, las zonas peatonales o las bajas emisiones
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Algo le sucede al equipo de Gobierno del PP en el Ayuntamiento de Santander con las políticas de movilidad, que se convierten en objeto de sus fiascos más vistosos.

Le sucedió con el Metrotus, aquella anunciada revolución en las líneas de autobuses municipales en las que tuvo que echarse para atrás por el descontento generalizado ante las múltiples molestias causadas por este nuevo modelo.

Y le ha vuelto a suceder con el aparcamiento proyectado sobre el aparcamiento de El Sardinero, vendido como disuasorio y que a punto está de costarle a todos los santanderinos un buen pellizco de fondos europeos, todo en plena Semana Europea de la Movilidad.

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La obra tiene  el agravante de que esta vez no puede achacarse n a otra administración ni a una herencia recibida de la época De la Serna (en todo caso autoherencia, toda vez que en Santander nunca ha habido alternancia política y la actual regidora o el anterior responsable de Movilidad formaban parte de aquellos equipos).

En temas de movilidad en Santander, podría decirse que cada alcalde tiene su marrón. 

-Para Igual está siendo el aparcamiento “disuasorio” de El Sardinero, que costaría 4, 1 millones de euros y que podría perder la financiación europea ya que lo que en campaña electoral se vendió como un subterráneo acabó luego como un reasfaltado del ya existente (el aparcamiento del Racing), con menos plazas, y con los extras de puntos de recarga eléctrica y mejoras en los accesos a la S-20, y una .

El carácter disuasorio se justificaría por el emplazamiento, ya que ahí está el Intercambiador (luego comentamos) o parada grande, siendo más estrictos.

Pero tanto el Intercambiador como la autovía ya estaban ahí: de hecho la propia Igual se refirió a este aparcamiento como disuasorio antes de la obra que lo convertiría en tal, según dijo años después. Por tanto, la única novedad real son los puntos de recarga eléctrica, que seguramente pudieran ubicarse igual por una cifra inferior a los cuatro millones de euros.

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De todos modos, no es la vía de más acceso a la ciudad (salvo residentes en Sardinero o Valdenoja), que es uno de los criterios que manejan las ciudades que sí saben usar el término disuasorio.

También lo venden como intermodal: pudiera ser en el sentido de que permite combinar coche y bus (ya se podía), y, tras la obra, coche eléctrico y bici (nuevamente, uno diría que eso mismo se conseguiría sin necesidad de presupuestar cifras de seis ceros).

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Todo, por mucho que dijera en público el PP local y mirando lo que dice de forma oficial, en sus pliegos, de pago, de modo que el extra que aportaba la obra iba a acabar siendo menos plazas por más dinero en impuesto y coste diario para el ciudadano.

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Aferrada a una teoría de la conspiración que implica una super influencia del PSOE local y una posibilidad de influir en las, como sabe cualquiera del mundo real de los fondos europeos y el sector privado, estrictas normas de los fondos europeos que luego hay que justificar, a la alcaldesa le queda ahora minimizar la prioridad de la obra,  pedir dinero del Estado para una de las competencias más municipales que existen, el aparcamiento y la circulación, capear el temporal de la manifestación convocada por Cantabristas para el próximo sábado a las 12.00 horas allí mismo, en el aparcamiento que ya existe, anunciar la retirada del proyecto, ver cómo se resuelve la devolución del dinero ya recibido de fondos europeos correspondiente a la versión cara del aparcamiento, la subterránea, y no a la cosa esta del aparcamiento reasfaltado, y, sobre todo, conseguir que se cumpla su teoría de que el votante santanderino suyo  sólo tiene capacidad intelectual para retener los datos del último año de la legislatura. Ese es el panorama, el marrón, en movilidad de esta legislatura.

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El de De la Serna fue el MetroTus: una reorganización de los autobuses municipales que sufrió más Igual y que le valió varias multitudinarias manifestaciones.

Bolsas de basura azules como protesta contra el MetroTus. Foto: María Casuso

Bajo el mandato (aún no concluido) del clan Caminos en La Casona se pensó en una línea central que recorriera el centro para permitir transbordos que conectaran con el extrarradio, suprimiendo otras líneas. Salió fatal todo lo que podía salir: a la hora de la verdad,  el tiempo de los viajes era mayor, con lo que la periferia (barrios o pueblos) se vio más desconectada del centro o del acceso a lugares como Valdecilla) y se acabó usando más el coche, las líneas que no enlazaban con el Metrotus se colapsaron más y encima afloró una clasista diferencia de diseño entre las paradas del Sardineros y la de Valdecilla. Nadie entendió el nombre (la palabra Metro para autobuses) y el propio Ayuntamiento demostró no entender lo que es un Intercambiador: un sistema de conexión entre varios modos de transporte y pueblos o ciudades, no una parada grande de bus para líneas de la propia ciudad. Hubo más gasto del previsto, que provocó recortes después. Se invirtieron 7 millones de euros, y aunque quedó la línea central y los “intercambiadores”,  a la hora de la verdad sólo ganó la concesionaria privada de líneas de bus y la plataforma (el gigante ALSA).

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Decimos ese marrón con permiso del vial sobre la casa de Amparo Pérez en Las Llamas: una carretera para acceder a la S-20 a escasos minutos de otra similar, vendida para ganar unos minutos que, todos lo veis, han convertido a la ciudad en un prodigio de la productividad económica, adjudicada por baja temeraria a la empresa de un compañero de partido, COPSESA, que después tuvo sobrecostes económicos y que se levantó a costa de la salud y sufrimiento de quien vivía allí antes.

SIN AVANZAR EN MOVILIDAD

Lo notan los santanderinos que se encuentran atascos que antes no existían o que perciben las surrealistas colas de acceso a los aparcamientos en verano o fiestas, y lo vienen denunciando colectivos organizados en materia de movilidad y medio ambiente, como las Mesas de Movilidad, Cantabria Conbici o Ecologistas en Acción: Santander no termina de entender cómo gestionar la movilidad en el siglo XXI.

Lo vemos en otras políticas, como la forma de optar por los modelos de carriles bici que ocupan la acera en lugar de la calzada, las zonas de estacionamiento de bicicletas cuya poca rotación las convierte en poco menos que almacenes, o la sustitución de las bicicletas municipales por las eléctricas, en un sistema más caro y más adaptado a usos recreativos que cotidianos y que sirvió para engrosar los servicios adjudicados a ALSA. 

Hablando de modelo, están también las peatonalizaciones, concebidas siempre con lo una forma de conseguir espacio a terrazas hosteleras más que espacio público por sí mismo.

O la dilatación de las Zonas de Bajas Emisiones, obligatorias por ley para ciudades del tamaño de Santander y pospuestas en medio de una inacabable sucesión de juego al despiste en forma de declaraciones que evidenciaban aún más el desconocimiento de las tendencias en movilidad (como la negativa a prohibir el trafico en la ciudad, una respuesta a algo que dijo nadie nunca, toda vez que de lo que se planteaba es restringir el tráfico de ALGUNOS vehículos en ALGUNAS zonas, las que eligiera el propio Ayuntamiento, como evidencia la implantación en Torrelavega; o incluso el cuestionamiento de que a Santander le tocara cumplirlo, algo que era obvio leyendo la Ley o simplemente siguiendo los pasos posteriores del propio equipo de Gobierno).

El PP santanderino pareció entender mejor el modelo de las Zonas de Bajas Emisiones cuando observó que podría traducirse en adjudicaciones, como la de la plataforma de gestión o el sistema de medición del tráfico para conocer mejor cuáles eran las zonas con más circulación, una necesidad de datos sorprendentemente en un Ayuntamiento que había convertido la obsesión por las cifras en tiempo real en una prioridad de su acción con el proyecto Smart Santander. Datos sobre circulación tenía, en cualquier caso, en fuentes oficiales, en su propio mapa del ruido (en el que de hecho se centró en la circulación como factor de contaminación acústica en lugar de en el incremento del ocio nocturno derivado del monocultivo turístico), e incluso en el despreciado modelo de ciudad Santander Hábitat Futuro.

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La desaparición en las reclamaciones del aparcamiento disuasorio en La Marga, en terrenos portuarios, ahora que el presidente de la Autoridad Portuaria es el antiguo número 2 del Ayuntamiento y responsable precisamente de Movilidad es otro indicador de la dificultad del PP local para entender las dinámicas de movilidad de las ciudades europeas.

¿ACEPTARÍA EL PP LO QUE LE PIDE A EUROPA AQUÍ?

En cualquier caso, por último, la pregunta, a la vista de la actitud del PP que se ve con derecho a los  fondos europeos pedidos para un proyecto que luego cambió y que no supone el avance en movilidad prometido es sencilla: ¿el  Ayuntamiento de Santander, que como institución concede sus propias subvenciones, daría el mismo dinero al proyecto de una empresa o asociación que a medio camino hubiera decidido reducir el proyecto a la mitad?

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